Caminando

M. Torreblanca /

Gracias Aqualia

C OMO una indeseable tradición, Aqualia se empeña con demasiada frecuencia en ser protagonista de estos textos públicos. Al parecer los quince minutos de gloria que se suele decir corresponden a cada ente no son suficientes para una empresa tan solvente y prestigiosa. Quiero ser agradecida y quitarme el sombrero metafórico ante la eficacia de una gestión que logra dejar sin agua a numerosas familias en largos periodos intermitentes de días continuos. Gracias, Aqualia. Gracias por tener el descaro de enviar a través de su música en espera el mensaje de que sólo quieren que estemos bien. Son ustedes muy amables velando por nuestro bienestar. Gracias por ofrecernos la posibilidad tangible de comprender los diferentes estados de un líquido, más en concreto del paso al estado gaseoso, cuando al abrir un grifo podemos poner las manos debajo y ensayar el mismo discurso de un mago: "Nada por aquí. Nada por allá". Gracias por su vocación solidaria para con todos esos lugares del planeta donde el agua es un bien más preciado que el oro y el petróleo, que, por cierto, lo es. Gracias también por impedirnos realizar cuando podamos o queramos actividades tan superfluas como fregar menaje, tomar una ducha, regar una planta, limpiar una herida o tirar de la cadena. Gracias por ayudarnos a ahorrar en dispendio y desgaste, no ya sólo de agua sino de geles, champús, jabones, lavavajillas y un largo etcétera de consumibles domésticos cotidianos. Gracias por velar por nuestro bolsillo y por nuestra higiene, que dicen los expertos que ducharse con mucha asiduidad es malo para la piel. Están ustedes en todo. Gracias, de corazón, por hacernos sentir que pagamos con gusto un servicio impecable. ¡Ah! Y gracias también por ofrecernos una información tan puntual y detallada de las averías, obras o contratiempos que se presentan aquí en el bajo Andarax, sobre todo cuando ocho días después de cortes perpetuos no hay operador de atención telefónica que tenga constancia de que algo esté pasando.

Se escribe y se lee mucho acerca de la necesidad de alzar la voz y no dejarse avasallar, de dejarnos de pamplinas sollozantes vestidas de eslóganes y frasecitas en redes, de pasar a la acción, pero hay veces que ni por esas, porque en esto del agua corriente y a este lado del valle pasa como con los cupones del súper, a partir de la tercera queja tienes de regalo diversos e imprevisibles cortes de suministro.

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