Torre de los espejos

Juan José Ceba

Una izquierda nueva

EN aquel tiempo, se dio en llamar Izquierda a un centro rosa y lánguido, salvador de un capitalismo bestial, olvidado de los obreros, con muy ligero barniz socialista, cobarde en ocasiones y burócrata en extremo. Aguardo para el nuevo año que, la izquierda borrada o encogida -y con ella los sindicatos obreros- vuelvan a ser Izquierda, con presencia en la calle, inercia primera en un país desarbolado donde, la mentada y escuálida izquierda, viene estando acarajotada, y fuera de juego de forma permanente, como si no existiera, de tal manera que, los sectores más desfavorecidos, son molidos y triturados, sin que los partidos y grupos ayer llamados progresistas salgan -con su fiereza- a defenderlos o a movilizarlos.

Muchos de los graves asuntos que padece el país es porque le ha pillado muy bajo de defensas. Porque, aquellos luchadores han muerto, enfermado, envejecido, agostado, se han carbonizado en un esfuerzo tremendo lleno de trampas y de frustraciones, o se han ido vendiendo -unos pocos- que es tanto como enmudecer para siempre. La izquierda (donde alienta en verdad) no se ha renovado con una abundante y briosa juventud, y ha ido dejando pasar, como las aguas de un río, a multitudes de muchachos espléndidos que, a veces, desconocían (o no tenían porqué conocer) el compromiso de mejora y transformación de la realidad.

Así es que, vaya como un deseo hondamente sentido, para este año, la irrupción de una nueva izquierda, que labore, se desviva, comparta ilusiones y esperanzas, y sobre todo, salga de su mutismo e inercia de reposo, para dejarse la piel, el alma y la vida si hace falta, por los olvidados, los inmigrantes, obreros y parados; que encabece una constante e imparable pugna a favor de los desesperados, que malviven en guetos y lugares miserables, que sufren explotación y esclavitud, o caen en las simas mafiosas de la prostitución y de la indignidad.

Que se escuche la voz de los sin nada. Que tengan el vigor y la presencia, en la calle, de una lucha de humanidad desvivida, que no puede cesar, porque las injusticias y desprecios abundan y siguen helando el corazón.

La izquierda, que fue generosa y padeció hasta el límite, que trajo y modeló la democracia, ha sido ingrata (sobre todo entre los socialistas) despreciando y arrinconando a miles de sus hombres y mujeres, creadores de libertad y bienestar. Es ésta una de las mayores ignominias de los partidos, convertir en despojos a quienes dieron todo para los demás. No habrá verdadera renovación, mientras no se cuente con la experiencia y honradez de esos luchadores, hoy en la crudeza del olvido.

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