Torre de los espejos

Juan José Ceba

Gitana/paya/mora

EN la visita última que Juan Goytisolo hizo a Almería, para dedicarse a tiempo completo al rodaje del nuevo documental sobre Campos de Níjar y, en un breve descanso, un amigo común muy querido de ambos, le contó una hermosa anécdota que compartimos, sobre el entendimiento y fusión entre las gentes de orígenes y culturas diferentes.

El asunto que le refirió ocurrió en una Escuela almeriense, y alcanza valor de símbolo, en un lugar de mestizaje como el nuestro. A la hora del recreo, un maestro, descubrió a una niña pequeña en la que antes no había reparado, de una alegría y belleza excepcional. -¿Y tú quién eres?, le preguntó, con divertida complicidad. Para asombro del profesor, la niña, con una simpatía espontánea, y agrandando sus ojos oscuros le contestó: -Yo soy la paya/mora; en respuesta al orgullo y satisfacción de su linaje o a la procedencia e identidad de sus padres.

Alguien advirtió, sin embargo, que la cría era prima de una alumna gitana. Y fue cuando la pequeña, reparando su olvido, afirmó con mayor precisión y gracia: -Ah, si, yo soy la gitana/paya/ mora. Como hija de padre marroquí y de madre nacida de gitana y de payo. Y es que, en esta chiquilla, se concentra (como en otros muchos niños frutos del mestizaje) la historia última, abierta, acogedora y diversa del encuentro y unidad de los pueblos, que fructifica en nuestra tierra.

Cuatrocientos años después de la expulsión de los moriscos, de aquella escalofriante desgarradura, la vida y la mezcla entre los seres humanos se impone, con una fuerza capaz de derribar todos los decretos y signos de la cerrazón y de la intolerancia. Irán cayendo los odios, rechazos y racismos, por la potencia y efecto de la normalidad en la convivencia; y en la medida que la frecuencia de los matrimonios mixtos siga su curso natural y se acreciente la relación entre los seres, en un clima de comprensión, respeto profundo y valoración del otro. Para la unión, lo que tira del alma es un empuje sobrehumano, una atracción poderosa, que desconoce los reparos o estigmas.

Nuestra gitana/paya/mora adquiere condición de símbolo. Pues es alumbramiento, en el envés o en el extremo opuesto de aquella ignominiosa expulsión de familias moriscas. Es, en el cauce fluido de la historia, al fin, después de tantos siglos, una respiración de encuentro y de llegada. Como si en ella se reunieran todas las fuerzas de un humanismo deseado. Hija de amor entre dos seres, que se contemplan como personas en su desnudez, con una antiquísima narración de andaduras en la sangre, pero sin marcas ni señales que impidan el crecimiento en unidad.

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