Reflexiones

Pedro Molina Rector De La UAL

Las universidades ante la crisis

HACE unos días presentamos en la Universidad el Informe realizado por la Fundación Conocimiento y Desarrollo sobre la contribución de estas instituciones académicas a lo largo del año pasado al desarrollo de nuestro país. Y allí expuse una reflexión que ahora quiero compartir en esta tribuna de opinión: que la crisis económica no está haciendo sino recordarnos cuál debe ser una de las misiones más importantes de la Universidad. Y esta no es otra que la de generar, acumular y distribuir el conocimiento, no sólo la información que en ella se genera.

La Universidad debe seguir teniendo como función principal la educación en valores y competencias, una educación que haga buenos profesionales pero, sobre todo, buenos ciudadanos. Nuestro deber es formar a los estudiantes para que se conviertan en hombres y mujeres bien informados y profundamente motivados, provistos de sentido crítico y capaces de analizar los problemas, buscar soluciones para los que se planteen a la sociedad, aplicar éstas y asumir responsabilidades sociales. Es aquí, en la Universidad, donde hay que enseñar a aprender y hay que enseñar a pensar.

Eso significa que, por encima de todo, la Universidad, como institución absolutamente imbricada en la sociedad a la que pertenece, ha de tomar conciencia real del papel que desempeña en la Sociedad del Conocimiento. Si queremos disponer de investigación de excelencia, innovación y capacidad emprendedora, resulta indispensable centrarse en el elemento clave, base de todos los demás: la educación y la formación de los recursos humanos, una educación con sólidos valores éticos y democráticos, una formación integral que permita al individuo la imprescindible autonomía de pensamiento y la capacidad de aprender a lo largo de toda su vida.

Pero, al mismo tiempo, y volviendo a lo que decía al comienzo de este artículo, hemos de potenciar nuestro papel para ser generadoras de una mayor diversificación productiva orientada a sectores de futuro. El deseo compartido debe ser el de tener una economía más sólida, menos vulnerable y más vinculada a la inteligencia creadora, que es al final lo que determina la competitividad y la riqueza actual de los países más dinámicos. Ese debe ser nuestro reto, ir conjuntamente con la sociedad a la hora de proponer proyectos o estudios. Aunque es evidente también que en esa interacción debemos encontrar un punto de equilibrio, porque no se debe investigar o estudiar sólo lo que quieran las empresas ni corresponder íntegramente a sus demandas, pero tampoco podemos vivir de espaldas a emprendedores, instituciones y entidades que trabajan para construir una sociedad mejor.

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