Opinión

Eugenio Martín

Porcino y trazabilidad

La estrategia 'de la granja a la mesa' facilita que cada eslabón de la cadena cononozca el origen del animal

LA Unión Europea ha optado por un nivel elevado de protección de la salud en la elaboración de la legislación alimentaria. Para asegurar la inocuidad de los alimentos es necesario tomar en consideración todos los aspectos de la cadena de producción alimentaria y entenderla como un continuo desde la producción primaria hasta la venta al consumidor, pues cada elemento tiene el potencial de influir en la seguridad alimentaria. Así se pone en marcha la estrategia 'de la granja a la mesa', en la que es fundamental el concepto de trazabilidad según el cual las empresas alimentarias y de piensos, ya sean productoras, transformadoras o distribuidoras, deben asegurarse de que puede seguirse la pista de cualquier producto alimenticio, pienso o ingrediente, en cualquier punto de la cadena alimentaria, desde la misma explotación hasta la mesa del consumidor; cada empresa debe poder identificar a sus proveedores y a las que ella misma haya suministrado, es decir, al eslabón anterior y posterior de la cadena.

En el caso de productos de origen animal, para evitar que entren individuos enfermos en la cadena deben cumplir unos estrictos requisitos sanitarios antes de poder ser comercializados en la UE. En el caso de la producción primaria de ganado porcino, la trazabilidad se consigue mediante el sistema de identificación obligatorio, que consta de dos elementos, un Libro de Registro de Explotación y una marca identificativa en los animales. Además, en cada movimiento los animales deben ir acompañados por un documento expedido por la autoridad competente. En el Libro de Registro se asientan todos los movimientos de ganado realizados en la explotación, con lo que es posible seguir la pista de los lotes . La marca identificativa consiste en un crotal o tatuaje que determinará la explotación de procedencia; todos los animales antes de salir de la explotación deben llevarla.

Asimismo existen normas de calidad para productos que exigen un sistema de trazabilidad más minucioso, como los derivados del cerdo ibérico que cuentan con una regulación específica. En ella se imponen una serie de exigencias a los todos los operadores intervinientes, a fin de garantizar los derechos del consumidor y los del propio sector evitando fraudes y distorsiones de la competencia con otros derivados del porcino que no se corresponden con las perspectivas del consumidor. Las claves de este proceso se basan en garantizar mediante empresas certificadores autorizadas factores como el racial con las denominaciones de 'ibérico' e 'ibérico puro'; o alimentación con denominación de bellota.

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