LA TRiBUNA

Juan José Moreno Balcázar

Matemáticas y sexo

Aestas alturas del año, con el verano que se acaba y la vuelta al trabajo, uno tiene nostalgia de las vacaciones, del descanso, de la playa, de las cervecitas en ese estupendo chiringuito o de las barbacoas con los amigos y amigas o la familia..., o sea, se añoran las actividades placenteras, que para las otras siempre hay tiempo. Y la actividad placentera por excelencia es el sexo, no creo que nadie lo ponga en duda. Pero, ¿sexo y matemáticas?..., alguien, o muchos, estarán ya pensando que eso es como el agua y el aceite, que no se mezclan, que no hay relación posible, ¿o sí?

Evidentemente no habría nada de extraño si la columna se llamase "Sexo y Biología" o incluso "Sexo y Química", pero ¿Sexo y Matemáticas? parece una locura o al menos una extravagancia. Sin embargo, existe algo común al realizar ambas actividades. ¿Qué tienen en común el sexo y las matemáticas? La respuesta es sencilla, corta y está en la esencia de ambas cosas: el placer.

Además de los fines reproductores del sexo, no cabe duda que éste es una fuente principal de placer para el ser humano. No seré yo quien entre a describir las bondades del sexo, no es mi objetivo; pero si apuntaré una frase simple, pero en mi opinión acertada, de la actriz Marilyn Monroe "El sexo forma parte de la Naturaleza, y yo me llevo de maravilla con la Naturaleza". ¿Y las Matemáticas producen placer? La respuesta es por supuesto afirmativa. Sin embargo, no es tan obvio de explicar como en el caso del sexo.

Desafortunadamente, las Matemáticas son muchas veces vistas como una serie de operaciones rutinarias y tediosas alejadas de cualquier tipo de placer físico o espiritual. Por ejemplo, cuando uno lee un buen libro o ve una buena película obtiene un placer interno, llamémosle espiritual, una satisfacción personal con lo leído o visto. Sin embargo, la mayoría de la gente no diría lo mismo si se tratase de matemáticas. ¿Qué puede haber de placer en un montón de números y letras entremezclados en una forma tal que sólo unos "iniciados" pueden comprender?

La contestación mayoritaria será: nada. Pero esto es debido a que sólo se conocen los rudimentos básicos de las Matemáticas, unas técnicas que hay que aplicar sin conocer su esencia. Pero a nivel de investigación matemática la cosa es muy distinta.

Cuando uno está delante de un folio en blanco o de un ordenador intentando establecer un nuevo teorema, probar una conjetura o iniciar una nueva teoría, está creando científicamente. No sabes si serás capaz de obtener el resultado que buscas, ni cuánto tiempo tardarás en conseguirlo (si lo consigues). Está siempre en tu mente, algunas veces lo dejas para días después volver a él. Unas veces te desanimas y otras el cerebro te manda una señal y tienes que ir rápido a buscar un papel y boli, no importa que estés comiendo o que sean las 5 de la mañana: eso no puede esperar pues puede ser la idea buena.

Y al final cuando la idea buena llega, es una explosión de satisfacción personal. Quien se dedique a la investigación matemática sabe lo que se siente y de lo que estoy escribiendo, para aquéllos y aquéllas que no se dediquen a las matemáticas es sencillo: vuelvan a leer las líneas de este párrafo olvidándose de las matemáticas y piensen en sexo, sólo les sobrará el boli y el papel y el objetivo obviamente no será un teorema.

Entonces, ¿por qué no sé habla del placer de hacer matemáticas y sí, por ejemplo, del placer de leer? Fundamentalmente porque para poder llegar a él se necesita un proceso de aprendizaje que es más largo que para otras cosas y la mayoría de la gente se queda en los rudimentos de las matemáticas, en unas reglas donde el placer es inexistente, sobre todo si se desconoce la esencia de lo que se hace.

¿Se imaginan que uno aprendiera lo relativo al sexo a base de reglas? No voy a poner ejemplos, ¡imaginen! Para disfrutar de las matemáticas se necesita un proceso de aprendizaje y un entrenamiento de la mente, al igual que para todas las cosas interesantes de esta vida, incluido el sexo. Sí, definitivamente podemos concluir que el lugar de encuentro de las matemáticas y el sexo es el placer. Que ustedes lo disfruten.

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