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Antonio Sevillano

Cristo del Escucha: origen y Via Crucis

Tallado por Jesús Pérez de Perceval y del Moral · El Crucificado que preside la capilla funeraria del obispo fray Diego Fernández de Villalán en la Catedral es réplica del desaparecido en la Guerra del 36

VISTAS las manifestaciones externas de la religiosidad popular común a la feligresía almeriense, especialmente los afines a cofradías de Gloria y Pasión, cabe deducir que sus devociones son compartidas por distintas advocaciones marianas y cristíferas a partes iguales. De la Virgen del Mar al Cristo del Escucha. De la Soledad al Medinaceli. Del Cristo del Perdón a la Dolorosa de San Pedro. Del Stmo. Cristo del Bosque de Bacares a la Merced y Esperanza catedralicia. Del Cristo del Portal a la Virgen del Consuelo de Castillo Lastrucci. Aunque no todos los Crucificados citados procesionen en la Semana Santa, de tres de estos iconos sacros nos ocuparemos -compendiada y sucesivamente- en el cuadernillo de Diario de Almería.

Tomada la ciudad para la corona de Castilla, la Iglesia católica -única posible- plantó con fuerza su dominio en Almería. La Mezquita aljama de la al-Madina fue cristianizada como Catedral metropolitana. El alemán Jerónimo Münzer, viajero europeo que visita la ciudad en 1494, décadas antes del devastador terremoto de 1522, ofrece su visión del primitivo oratorio musulmán: "La antigua mezquita, convertida en iglesia, es no sólo el mayor templo de Almería sino también uno de los más bellos del reino de Granada. Antes de la guerra y del terremoto había en la ciudad grande afluencia de mercaderes, por causa de que en sus fábricas se elaboraban más de doscientos centenarios de seda, y así, con los donativos de aquellos y de otros fieles llegó a tener la mezquita riquezas fabulosas. Está sustentada por unas ochocientas columnas, y en tiempo de los moros ardían en su recinto más de un millar de lámparas (…) En el centro del edificio hay un amplio jardín de forma cuadrada plantado de limoneros, enlosado de mármol, y en medio de le la fuente en donde los fieles, según lo mandan sus preceptos, se lavan antes de entrar en el templo, el cual mide ciento trece pasos de largo por setenta y dos de ancho. Dijéronme que había en él quinientos sacerdotes (faquíes). (…) De la mezquita se ha hecho ahora iglesia dedicada a la Virgen y es sede episcopal". Del espacio religioso, hoy parroquia de San Juan, cuyo perímetro incluía el actual cuartel de La Misericordia y la ermita de San Antón, siendo Fernández de Villalán cuarto obispo de la Diócesis y primero en habitarla, parte la historia, según las hipótesis sustentadas entre otros por Tapia Garrido, de un Crucificado que con el paso de las centurias sería llamado "del Escucha". Adquirido por el propio prelado o traído por el deán Francisco Ortega y ya existente cuando llegó a Almería, lo cierto es que le profesaba tanto fervor que mandó colocarlo en la bellamente labrada Capilla Mayor del ábside -primera de la nueva Catedral- construida bajo su episcopado, llamada del Santo Cristo, Sagrario, del Sacramento, del Cruxificado, de la Soledad o del "Obispo de Piedra", por el sepulcro de mármol con su imagen yacente. Las actas catedralicias (Fábrica Mayor) comienzan a generar información a partir de 1554/55: "Trabajaron Roa y su hermano en hacer el Tabernáculo del Crucifixo… Sebastián Martínez, pintor vecino de Granada, cobra 50 ducados por dorar la caja del Crucifixo". Pero no sería hasta 1782, según Tapia, en que se documentase en las actas con el nombre específico de Cristo del Escucha (aunque se utilicen los dos géneros prefiero la contracción larga al femenino "la" por ser, a mi juicio, más correcto gramaticalmente). Prosigue: "No se le tributa culto alguno especial (aún con el nombre genérico de Cristo de la Catedral) hasta enero de 1659, en que a causa de los terremotos que estremecieron la ciudad durante quince días, después de haber hecho rogativas a la Virgen del Mar, a la Virgen de la Piedad y a San Indalecio, el Cabildo decide sacarla al Alta Mayor, hacerle un novenario de misas y misereres y procesión claustral".Lamentablemente la talla desapareció durante la incivil guerra de 1936/39. Desaparecida, destrozada o quemada, según el autor, fecha y bibliografía manejada (¿cuántas imágenes y enseres litúrgicos, con la coartada de aquellos sucesos, pasaron, pregunto, a manos privadas y no de la izquierda precisamente?). En la "Memoria de la situación de Almería como consecuencia de la dominación roja" se afirma: "Catedral. Capilla absidal. Entre otras cosas de menor importancia se han destruido la imagen del Cristo de la Escucha, talla de extraordinario interés arqueológico (sic)". Y en los mismo años Cuarenta, en el franquista diario Yugo, "El Cristo del Escucha, roto a raíz del éxodo de los malagueños". En la próxima entrega daré cuenta de las leyendas que le rodean y de la copia realizada por Jesús de Perceval.

La secular devoción al Cristo de traza gótica se acrecienta a partir de abril de 1660. El arcediano Lucas Ramos Estrada, primer Mayordomo de la Hermandad del Escucha, citando a otros autores, nos dice que ese mes, "el Prior, Dignidad del Cabildo de Almería (hoy desaparecida) D. Rodrigo, Caballero de Illescas, informa al Cabildo que algunas personas devotas del Santo Cristo desean que todos los días, por la tarde, se rece el Rosario en su Capilla, empezando al primer toque de Maitines. Así lo acordó el Cabildo", aunque con la condición de que estuviese presidida por un prebendado, "para que esta devoción tenga dueño y autoridad".

Pero sería en la Semana Santa de 1928, bajo el obispado de fray Bernardo Martínez Noval, cuando se celebrase el primer Vía Crucis. La iniciativa partió de los miembros de la Adoración Nocturna, quienes esa noche habían velado al Santísimo Sacramento en distintas iglesias de la ciudad. A las cuatro de la mañana del viernes 4 de abril salió el Cristo portado en andas. Presidía el obispo, a quien seguían los socios adoradores y sesenta alumnos del Seminario cantando el Miserere. Sin embargo, la intensa lluvia que comenzó minutos antes obligó a suspender el recorrido previsto hasta el templo de la Patrona, limitándose a dar una vuelta a la plaza de la Catedral. Iniciado durante la Dictadura de Primo de Rivera, la procesión se efectuó todas las madrugadas del viernes santo -al finalizar la vigilia de la Adoración Nocturna- durante la II República, con entera libertad y sin incidentes alguno, salvo en 1933. La noche del 13 de abril explosionó un petardo colocado en una de las ventanas del palacio episcopal que dan a la calle Cervantes. Los daños fueron de escasa importancia, pese a que el artefacto -sólo cargado de dinamita- generó la natural alarma. "Acudieron al lugar de la explosión algunas autoridades que comenzaron rápidamente las investigaciones, pero a la hora de escribir estas líneas no han dado resultado alguno", informaba el diario católico La Independencia.

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