Resistiendo

Andrés García Ibáñez

Gilipollas y soplapollas

DENTRO de la riqueza y variedad terminológica del insulto que el idioma español ofrece, merece la pena detenerse en algunos por la amplitud y calado de su significado y por su uso más que frecuente. "Gili" deriva de la voz árabe "gihil", que significa "bobo" o "tonto", muy utilizada históricamente por los musulmanes españoles. Para Cela, la palabra compuesta "gilipollas" alude al pene, por lo que un gilipollas vendría a ser un "tonto del pijo" o "de la pija", expresiones, por lo demás, muy utilizadas también. En Albox y otros lugares del Almanzora se ha usado siempre -y se usa- una variante del "tonto del pijo": el "tonto la polla", para indicar la zoquetería y falta de inteligencia. En efecto, un gilipollas viene a ser una especie de tonto integral y bocazas que, en su ignorancia, hace repetido alarde de conocimiento o magisterio ante la estupefacción de sus interlocutores. Proclive además, sin ser consciente, a crear conflicto y animadversión en el entorno, por lo descabellado o estúpido de sus consejos o aseveraciones. "Gilipuertas" es una variedad del mismo insulto, pero atenuado; "puertas" es fonéticamente cercano a "pollas" y no suena tan hiriente. No obstante, el gilipuertas no es menos gilipollas que el mismísimo gilipollas.Pese a todo lo dicho y al uso mayoritario del insulto "gilipollas" con relación a sus posibles variantes, hay una de ellas que expresa con mayor precisión el significado y alcance del término: me refiero al vocablo "soplapollas". Es también, en apariencia, variación caritativa que resta fiereza al insulto, aunque, como veremos, lo incrementa y magnifica. El soplapollas es un gilipollas integral, un tonto redomado, que tiene la virtud de enervar al prójimo en toda ocasión. "Soplar" viene aquí del uso antiguo "hinchar", insuflar aire sin descanso, hasta que sobrevenga el reventón. El soplapollas lleva al límite la paciencia de su interlocutor sin sopesar los riesgos de su aventura; está incapacitado para ello, por falta de inteligencia y astucia. Soplar pollas o hinchar cojones viene a ser lo mismo. "Este tío me está hinchando los cojones", solemos pensar ante la alocución del soplapollas. Cuando escasean los recursos o su repartición no es justa, recibimos las opiniones de ciertos prebendados como alarde soplapollesco. Ahora es frecuente escuchar consejos improcedentes -travestidos de paternalismo- por parte de algunos vividores del sistema, tan cómodos en su pesebre institucional, acostumbrados a la relajación del cuerpo y del espíritu. Tanto mamar de la teta ofusca la correcta visión de la realidad para estos nuevos y notables soplapollas; algunos llevan siempre el culo en postura de recibir asiento y encima se permiten el lujo de perdonarnos la vida.

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