HACE unos días, me encontré casualmente por Facebook (a raíz de un comentario en una foto) a Jordi Grau y a través de él enlacé con Junior Braswell. A unos, estos dos nombres no les dirán nada, a otros les sonará de algo y a muchos, entre los que me incluyo, nos trae fantásticos recuerdos.

Jordi Grau fue jugador de la Liga ACB con el Caja de Ronda (hoy Unicaja Málaga) y subcampeón de la misma con el Caja San Fernando (hoy Cajasol), durante algunas campañas el mejor triplista de esta categoría. Junior era un jugador estadounidense que tras su paso por la Universidad de Appalachian llegó aquí dispuesto a liarla.

Coincidieron a finales de los 90 en El Ejido, en un equipo que es, sin duda, el que más me ha hecho disfrutar del baloncesto almeriense desde que me conozco. El norteamericano, con apenas 186 centímetros de altura, era capaz de machacar el aro rival de espaldas saltando desde el tiro libre. El catalán tenía una mano prodigiosa y todavía le recuerdo un encuentro en el que, transcurridos solo siete minutos de juego, había anotado los seis triples que había intentado. Juntos formaron la sociedad del alley-oop en El Ejido. Jordi la ponía y Junior la mataba. Alrededor de ellos se formó un equipo que nos hizo disfrutar en una Liga EBA que entonces tenía mucho más potencial del que tiene hoy en día. Isaac López, entonces promediando 20 puntos por partido y hoy en la ACB; Javi Jiménez e Iker Ibarrola, Pascual Sánchez, Tolo Martorell, Carlos Rueda, Cristóbal Cortés... algún año antes Juanma Gómez, Paco Barranco o Vicente Moreno...

La sensación más cercana a aquellos años la tuve con el equipo del CB Almería en LEB Plata, entre otros con un gallego, Jesús Castro, que se casó con una de mis mejores amigas y que hoy es una de las grandes estrellas del Burgos que pelea por subir a la ACB. Ahora, a falta de esas emociones fuertes, yo, al menos, me quito el mono de basket con los partidos del CB Almería-La Alegría del Sur femenino. ¡Anda que no sufrimos!