Almería

La arquitectura tradicional representada por los molinos

  • Espacio social. Recuerdo de su pasado musulmán se conservan restos del sistema defensivo, y los Baños de la Reina, que resistieron los embates del terremoto de 1804

Observando algunas de estas instantáneas puede pensarse en que transmiten cierta sensación de frialdad, circunstancia inherente al objeto captado. Sin embargo, esta afirmación está lejos de la realidad, pues, si inevitablemente representa objetos, gracias a que el fotógrafo, con su buen hacer, recurre a otros componentes, tanto animados, especialmente grupos de personas, como inanimados, despierta vivencias, y crea experiencias y asociaciones, construyendo un mundo en sí mismo, revalorizado ocasionalmente por la presencia de la arquitectura efímera y especialmente la industrial tradicional magistralmente representada por los molinos de Celín, Algízar y El Algarrobal. Representaciones aparentemente asépticas, se convierten no sólo en útil instrumento de análisis histórico, sino en utilidad para entender, comprender y aproximarse al momento histórico, primer tercio del siglo XX, que estaba viviendo Dalías, gracias a, entre otros aspectos, la acertada elección del fondo, en la mayor parte de estas fotografías.

Recuerdo de su pasado musulmán se conservan restos del sistema defensivo, y los Baños de la Reina, que resistieron los embates del terremoto de 1804.

A pesar de no existir muchos edificios de referencia, en la villa no es difícil reconstruir el paisaje urbano, en el cual destacan: iglesias, ermitas, casas de la burguesía minera/agraria, y dos nuevos que irrumpen con fuerza: el Casino y años más tarde el Grupo Escolar.

En El Ejido la huella romana es visible en el Daimuz y las ruinas de la ciudad de Murgi, mientras que la musulmana, moderna y contemporánea lo es una interesante serie de aljibes y casas, algunas significativamente desligadas de la actividad agraria propiamente dicha. En el Litoral destacan las torres defensivas de Balerma, Entinas (en ruinas), y Cerrillos, el Baño Mineral y Castillo de Guardias Viejas y el Faro del Sabinal.

El templo parroquial de Santa María de Ambroz fue derruido por el terremoto del 25 de agosto de 1804, siendo necesario levantarlo de nuevo, pero la difícil coyuntura existente desde el punto de vista político, militar, social y económico, hace que las obras se prolonguen durante más de un siglo. La crisis generalizada origina espectaculares rebajas en el presupuesto, así de 1.750.000 reales se desciende a 140.000, pues se atendió a los más estrictos intereses funcionales y aún de manera insuficiente, llegándose a la pobreza formal que el edificio presenta. Las ayudas de todo tipo del vecindario estuvieron siempre presentes.

A comienzos del siglo XX el Ayuntamiento plantea dotar a la villa de servicios relacionados con su abastecimiento. En 1905, gracias al interés mostrado por el alcalde Francisco Reyes Robles se realizaron dos edificaciones en forma de soportal, en la Plaza de Abajo, la primera en el ángulo sureste se destinó a pescadería (presupuesto de 4.912 pesetas, se derribó cuando apenas contaba con 20 años de existencia, por razones higiénicas y estéticas), y la segunda, en el lado norte, adosada a la manzana de casas existentes, se destinó a mercado público y al levantarse un nuevo, inaugurado en 1956, pasó a ser el clásico soportal, como en muchas plazas españolas.

En los primeros años del siglo XX se detecta un estado de opinión cada vez más crítico con el lamentable estado higiénico de algunas calles. Justo Zabala, en 1907, se expresa en términos muy duros sobre la higiene pública de la villa. En uno de sus escritos dice: debido a lo deficiente de ésta, pese a las buenas condiciones climatológicas, aparecen periódicamente epidemias como el tifus; a causa de que en el suelo permanecen los gérmenes de muchas enfermedades, propone el riego público de calles y plazas, utilizando, mediante el oportuno acondicionamiento, las cañerías de las fuentes de la plaza de Arriba y del Deseo, pues el agua tiene la presión necesaria.

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