Almería

Jerónimo Münzer y su visión de la ciudad de Almería

  • Relato. Proporciona un testimonio excepcional de esa ciudad y su entorno que, permaneciendo aún básicamente musulmanes, iba adquiriendo a un ritmo lento su nuevo aire castellano

TRAS su paso por una tierra seca y áspera, pero grandiosa, que al viajero debió parecerle irreal, por la diferencia abismal con el paisaje cotidiano de su país de origen, atisbó la puerta de un ámbito luminoso y subyugante: la Almería blanca y africana, puerta, también, del tiempo que parece fluir hacia el pasado musulmán.

"El 18 de octubre, dos horas antes del alba, montamos a caballo y salimos de Tabernas. Andadas un par de leguas, nos amaneció en un risueño valle regado por un riachuelo, a cuyas orillas extiéndense frondosas huertas y verdes campos, donde crecen la palmera, el olivo, el almendro, la higuera, haciéndonos la ilusión de que caminábamos por el paraíso.

Vimos un acueducto que lleva a la ciudad copioso caudal de agua, tomado de un manantial que brota a una milla de la población.

A medida que nos acercábamos a Almería íbamos contemplando sus bellas huertas, sus murallas, sus baños, sus torres, sus acequias, todo ello hecho al estilo de los moros...

Encantadoras habían de ser aquellas huertas cuando estaban en poder de los moros, gentes tan hábiles en la horticultura y en el arte de conducir el agua, que quien no haya estado entre ellas no puede formarse cabal idea de su mucha industria...

Almería dista 25 millas de la ciudad de Orán, en el reino de Berbería. Desde un alto promontorio que está a ocho leguas al oriente del puerto, llamado el Cabo de Gata, vense, en los días serenos, las montañas de África, desde él a Berbería hay 20 millas, y en doce, dieciséis, o veinte horas de navegación, según sea el viento, puede irse a Orán...

Nunca creyera, a no haberlo visto con mis ojos, que tal árbol de Egipto se daba en Europa. Pero se comprende que así sea, porque Almería es tierra vecina de África, y en tan alto grado calurosa, que lo pasarían muy mal sus moradores sino fuera por las cañerías y acequias que toman el agua para el riego en los manantiales y en los ríos.

No obstante, han padecido una sequía de dos años, pero desde el 7 hasta el 12 de octubre ha llovido copiosamente en Valencia, costa de Granada, Cataluña y Castilla, de lo cual dan infinitas gracias al Señor".

Jerónimo Münzer nos proporciona un testimonio excepcional de esa ciudad y su entorno que, permaneciendo aún básicamente musulmanes, iba adquiriendo a un ritmo lento su nuevo aire castellano. A pesar de lo sintético del relato, en la visión de los aledaños de Almería, el visitante penetra en los núcleos vitales de una cultura sustentada en y por un pueblo.

En el escrito parece subyacer el hecho de que nuestro autor percibe e interpreta el mundo musulmán a través de un cierto paradigma culturalista, como podemos decir en la actualidad, en el cual la explicación de los hechos gira en tomo al principio de la diferencia cultural. Se recrea un ambiente que, al contrario de otros, no va más allá de la propia realidad, no obstante de ciertas licencias, aunque de hecho la palabra paraíso procede de pairidaeza, expresión iraní que significa jardín de delicias.

Jerónimo Münzer subió a la Alcazaba de Almería. El recinto se encontraba bastante deteriorado y muchos de los materiales yacían por el suelo, sin embargo, seguía siendo un importante núcleo de la ciudad y ámbito militar, en el que se estaban realizando reparaciones y nuevas construcciones, siendo calificado por el viajero de "obra maravillosa". La Alcazaba resultó útil, en todo caso, para proporcionarle una visión panorámica de la ciudad y su entorno, una verdadera escenografía visual: murallas, torreones, caserío, sierras pardas, llano, con el paisaje marino del Cabo de Gata al fondo, y el mar omnipresente, con un puerto cuyos buques hacían que la ciudad amaneciera con distinto perfil, pues, a pesar de su decadencia, continuaban llegando embarcaciones con sus banderas más o menos incógnitas. La citada visión fue transmitida por nuestro autor con las palabras precisas y su reconocida capacidad sintético-espacial, consiguiendo acercar el objetivo al lector.

"Hállase la ciudad al pie de un monte, en cuya cima se alza una gran fortaleza, y al mediodía está el mar.

Tiene Almería la forma de un triángulo y su muralla infinidad de torres...

Vimos en el puerto una nave con cargamento de higos, habas, arroz y otras vituallas fletadas para Orán, pues en toda aquella tierra es verdaderamente espantosa el hambre que padecen, por consecuencia de la pertinaz sequía de tres años.

El Rey ha mandado construir un castillo de piedra de sillería sobre los cimientos del antiguo, obra maravillosa, que tiene en su interior un jardín cuadrangular con una fuente en el centro que echa el agua por caños. Trabajaban allí muchos cautivos con grillos en los pies. El castellano hombre noble y doctísimo, nacido en Nápoles, nos recibió con exquisita afabilidad, enseñándonos una multitud de armas cogidas a los moros, como arcos, ballestas, espadas y, sobre todo, flechas en número incontable. Enseñonos también un avestruz muy grande y sumamente negro. Luego nos presentó a su mujer, quien habló con mi compañero, y nos dio cartas de favor para el alcaide de Granada, que así llaman al castellano los españoles".

Decididamente la Alcazaba era el punto clave de la ciudad, y no sólo por su situación.

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