Almería

Descubiertas 1.558 cuevas en el laberinto de los Karst de Sorbas

  • Los espeleólogos se abren paso por nuevos sistemas. Creen que el número de cavidades puede llegar a superar las 2.000

El misterioso mundo subterráneo que atesora Sorbas está ofreciendo a la espeleología el importante reto de ir desvelando los secretos de este fascinante laberinto en yeso, cuya amplitud está desbordando las previsiones iniciales del equipo de espeleólogos que trabaja en su catalogación con 1.558 cuevas descubiertas. Un entramado de redes que parece no tener fin, constituidos por supersistemas que encierran un espectacular universo de estalactitas, estalagmitas, corales o pinos, entre otro nutrido historial de espeleotemas. Los expertos calculan que pueden llegar a encontrar más de 2.000 cavidades. Llevan diez años de trabajo y todavía les quedan rutas por desentrañar.

Al frente de este equipo se encuentra Alain Thibault, un espeleólogo francés afincado en Almería desde hace 45 años. Un apasionado del paraje natural de los Karst en yeso de Sorbas, una de las joyas geológicas más importantes del mundo, empecinado en ofrecer un PGOU de los Karst mediante la elaboración del citado catálogo. "La gente que venía en los años 60, exploraba y se iba. Podían llegar espeleólogos de Barcelona o de cualquier otra parte del país, y volvían a entrar en las mismas cuevas. La memoria humana, a los diez o quince años, se pierde".

 

Esta limitación del recuerdo le empujó, junto con otros compañeros,  a plantearse la necesidad de realizar un catálogo general de las cuevas. Corría el año 1999 y existían cavidades topografiadas hasta seis veces como la del Peral, mientras que otras quedaban olvidadas. La iniciativa fue presentada a la Junta de Andalucía, que respaldó este proyecto sobre el que se lleva trabajando más de una década en colaboración también con la Federación Andaluza de Espeleología. "La idea era juntar todos los datos que estaban dispersos", explica Thibault. 

 

No es un trabajo de despacho ni mucho menos. Hacer un catálogo de las cuevas requiere, además de una previa documentación, riesgo. Thibault divide la zona a explorar para concentrar los esfuerzos en un determinado espacio: los Karst se extiende sobre12 kilómetros cuadrados. La zona escogida la peina, la limpia, busca, mira e identifica con placas numeradas. Para ello hay que descender hasta cuevas que alcanzan, como la Covadura, una profundidad de 120 metros y atravesar cavidades de una estrechez de centímetros. "A lo largo de esta década he podido bajar hasta 170 veces al año. Es un trabajazo. Hay que buscar y encontrar de nuevo las cuevas conocidas pero que ya nadie se acordaba de dónde estaban exactamente y, encima, estamos encontrando muchísimas más. Es muy fuerte", comenta con júbilo.

Cuando Thibault comenzó esta casi titánica labor se creía que había unas 370 entradas, que sumaban en su conjunto entre 30 y 40 kilómetros. A día de hoy, hay exploradas 1.558 -unos 150 kilómetros de túneles subterráneos-, no todas topografiadas. "Estamos convencidos de que existen más de 2.000, y sólo una décima parte está bien explorada. Es que es enorme", sonríe el espeleólogo francés.

 

La Cueva del Agua, con sus nueve kilómetros de difícil recorrido, sigue siendo el sistema subterráneo rey, pero las incursiones efectuadas a raíz de la elaboración del catálogo han dejado al descubierto otro entramado de cuevas que conforman supersistemas. "La gente antes no tenía el material actual, eran cuerdas gordas sin la velocidad y la agilidad que te permiten las de ahora. Los espeleólogos cuando entraban a una cueva y veían un obstáculo, tenían que pararse. Antes sólo estaba la Cueva del Agua y luego otras pequeñas de un kilómetro. Pero estamos -explica Thibault- descubriendo comunicaciones entre unas y otras. Son supersistemas, similares a la Cueva del Agua, que pueden alcanzar perfectamente seis kilómetros".

 

La investigación subterránea no está aún concluida -hay cuevas separadas por apenas cinco metros pendientes de poder abrir esa puerta de unión que las unifique-. "Es como un metro", pone como ejemplo el espeleólogo. 

 

En el año 1992, los espeleólogos Ángel El Lobo, Ángel Muñoz Marín y Francisco Beltrán  encontraron lo que hoy es el supersistema que ha sido bautizado con el nombre de Los Apas. "El club al que pertenezco hizo una pequeña topografía, pero tuvo que pararse. Después de diez años mira lo que hay", dice Thibault desplegando un amplio y detallado mapa dibujado a mano por él mismo en el que hay identificadas 58 entradas (La Cueva del Agua tiene 34). "Va a ser uno de los mayores supersistemas, seguro que alcanza los seis kilómetros. Me he quedado bastantes años en este sitio, es tan enorme que mi club no puede topografiarlo solo, por lo que también va a trabajar en ello el Club de Espeleología Cota Máxima".

 

Los Apas se encuentran en el Barranco del Tesoro. Para poder trabajar sobre ellos, el equipo de Alain Thibault lo ha dividido en subzonas, bautizadas como Agua Abajo, Increíble, Lago, Caracol y Claudia, nombres que responden a los ríos subterráneos y lagos que ocultan en su interior, a la espectacular belleza de las formaciones de cristal, a su recorrido en espiral y al nombre de la espeleóloga a la que Thibault, como buen caballero francés, le ha brindado la cueva. "Lo hacemos cuando una persona entra por primera vez, y especialmente cuando es una mujer", vuelve a sonreír.

 

Thibault describe Los Apas como algo "espectacular", "enorme", "muy fuerte", expresiones con las que introduce a su interlocutor en un mundo imaginable en los cuentos del que resalta la llamada Sala Blanca Nieves, de unos 20 metros de anchura, repleta de espeleotemas y regada por agua subterránea. "Es una maravilla", describe el espeólogo. "El río viene de la montaña, pero no se sabe exactamente de dónde. Los Apas son enormes: si te pierdes dentro, para encontrar la salida, es la leche."

 

La catalogación de los Kars en yeso de Sorbas está permitiendo conectar kilómetros de galerías y hacer una memoria de la localización de las mismas que permite, a su vez, aventurar nuevas conexiones. "La sima Cano va a ser una pasada. Es una cueva que se había hecho en el año 1979, pero se conocía hasta una estrechez de 35 centímetros a lo largo de ocho metros, a 36 metros de profundidad. Al final pude pasar y hemos encontrado una galería cristalizada de medio kilómetro. Al fondo -explica Thibault- hay dos ríos subterráneos que se juntan en una sala que no está terminada de explorar. No sabemos, encima, dónde estamos."

 

El espeleólogo está buscando ahora un equipo con unas características físicas especiales. "Finito", detalla, con el que poder proseguir la topografía de este lugar. "Poca gente entra, hasta ahora sólo he podido pasar yo." 

 

Entre los últimos descubrimientos realizados, destaca el de este invierno: la Sima de la Fe (nombre también de mujer). Tras un descenso de 18 metros, se llega a una sala de unos 40 metros cuadrados con dos pozos, "uno de ellos de 20 metros totalmente cristalizado que no quieres ni tocar de lo bello que es". Comunica con otra sala más pequeña con cascadas de agua y llena de esteleotemas. Hay numerosos pinos, dos alcanzan el metro de altura. Con este porte, sólo hay tres en el mundo, uno de ellos también en Sorbas.

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