Vale que se pasara de frenada, e incluso de listo, al pedirle a la oposición que le llamara "iluso" y le criticara por "no tener ni idea" si fracasaba en la venta del hotel del Carranza. Pero si David Navarro se tiene que ir por este nuevo revés, no queda ni el apuntador en la Administración. Con el listón tan alto, ¿dónde estarían ahora los dirigentes de la Junta y el Gobierno que llevan años sin saber qué hacer con Las Aletas? El PSOE se equivoca si rechaza al concejal morado como interlocutor, porque detrás de él no queda casi nadie con capacidad para la negociación. Es más, a Navarro le tendrían que asignar sus compañeros una gratificación por realizar las tareas que sus propios colegas, y sobre todo sus socios, ignoran. El concejal de Economía es lo más parecido a un agente inmobiliario. Y no sólo se encarga de hablar con los bancos y las grandes compañías -que tanto espantan a los anticapitalistas- también se ocupa del personal municipal y, de propina, cuando llega la Semana Santa o cualquier otro acontecimiento magno, atiende esta parcela mientras sus amigos se van a la playa.

Para conocer esta antigua polémica de los Presupuestos hay que atender algunas cuestiones. La primera, que es imposible que los grupos los discutan a fondo dada su poca habilidad con los números y el escaso tiempo que emplean para cotejarlos. A la hora de la verdad todos siguen su patrón y se limitan al "no valen un duro" o al "son los más sociales de la historia". Y en realidad, son los mismos de siempre con algún zurcido de última hora para aparecer en el pleno investidos de cierta autoridad en la materia. Menos mal que el gaditano, al fin y al cabo quien pagalos servicios públicos de su bolsillo, nunca falla. De lo contrario, a ver de qué iban a discutir. Navarro, como todos sus predecesores, los presentó como si fuesen incorruptos, macizos, los mejores, infalibles, con grandes ceros. Nunca hay un euro para remozar el centro, ni para arreglar la plaza España, ni para lucir el frente marítimo, pero el Presupuesto siempre aparece fulgurante. La oposición sembró grandes dudas sobre su estrategia para salvar la distancia entre lo que se ingresa y lo que se gasta, pero no hizo caso. Navarro pensó en los millones que ingresaría con la venta del hotel como pudo poner a la venta un cachito de mar. Si logramos parir una Constitución que inspiró a la vieja Europa, ¿cómo no iba a ser capaz su gobierno de aprobar unas cuentas de relumbrón? Desde luego, no sería por falta de imaginación en este Cádiz tan preñado de artistas. Lo curioso es que sabemos ensanchar las fronteras de la libertad para medio mundo y luego nos falta aplicar sentido común para lo más sencillo. ¿O acaso hay algo más elemental que sumar lo que entra en caja para financiar los servicios públicos? Quizá Navarro se tenga que ir porque le fallaron las cuentas o porque no administró bien sus fuerzas, pero entonces ¿qué decir del resto de concejales que encargaron un estadio fuera del alcance de las arcas municipales? Si el PSOE no aprueba la gestión de Podemos -que hasta la fecha no ha logrado seducir a la oposición ni en las cuestiones más simples- no tiene más que apretar el botón de la moción de censura. Pero señalar a Navarro es puro teatro, humo.

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