Cuando Navantia trasladó a Puerto Real una parte de la carga de trabajo del hotel flotante que está construyendo en Ferrol, Alberto Núñez Feijóo saltó como un resorte para responsabilizar a la compañía directamente: "Será Navantia la que explique al pueblo gallego esta decisión". El trabajo para Puerto Real fue testimonial, ¡un 0,7%!, pero el presidente gallego elevó su más enérgica protesta. Ahora que Navantia ha comunicado que trasladará a Ferrol el 5% del trabajo de los petroleros asignados a la Bahía a fin de cumplir los plazos con el armador, la primera reacción ha sido la de una plantilla que se ha visto huérfana. 

Navantia rubricó este contrato como su relanzamiento hacia la industria naval civil y no puede fallar. La única solución para recuperar carga de trabajo para Puerto Real, un tanto a la desesperada, pasaba por este acuerdo con los astilleros coreanos. Y para no acumular retraso, la compañía ha de aprovechar todos sus centros, incluido también San Fernando. La dificultad radica en que los márgenes son muy estrechos siguiendo el patrón de negocio coreano, que se basa en el volumen. Desde sus astilleros, han proporcionado los planos y los materiales, incluido el acero, para que aquí se suelden los barcos y poco más. Es lo que hay y es hasta lógico que no guste a nadie, pero Puerto Real necesitaba un balón de oxígeno.

Hoy llama la atención que ninguna autoridad -competente- se haya pronunciado con criterio para defender los intereses de la Bahía. No faltan las cajas destempladas que nunca se elevan un centímetro por encima de las opiniones vulgares, pero se echan de menos argumentos sólidos. El Gobierno se ha limitado a decir a remolque que todo es normal. A la Junta se le ha pegado la lengua al paladar. El alcalde gaditano, José María González, y la presidenta de Diputación, Irene García, han pedido explicaciones lanzando todos los tópicos contra el gobernante pero sin arrojar mucha luz sobre el asunto. Las críticas de la patronal sí dan en la llaga. Hasta un chiquillo puede entender que hay que hacer lo posible por cumplir los compromisos, hasta desviar parte de la carga de trabajo. Pero parece inexplicable que Navantia lleve meses sin alcanzar un acuerdo con las contratas de la Bahía y que en tiempo récord lo selle con las gallegas. Conviene saber si en Ferrol tiran la casa por la ventana o es que se ofrecen más incentivos o son más listas. La política consiste en explicar las cosas de manera sencilla para que todos comprendan.

Lo fijo es que se firmó con los coreanos antes de que aquí se pusieran todas las partes de acuerdo, empezando por una industria auxiliar mermada por la crisis. Es hasta lógico que algunas contratas se quejen porque les plantean un saldo positivo deprimente, que con poco volumen resulta aún menos atractivo. Los coreanos construyen cien barcos al año, aquí serán cuatro y Navantia tampoco está para acumular más deuda. Por todo ello, no tiene sentido que las autoridades que tanto presumen de tendencias avanzadas permanezcan ajenas a un conflicto que viene de lejos. Se preocupan antes de mantener en jaque a sus adversarios que de beneficiar a los astilleros. La imperiosa necesidad que tienen todos de liarse a garrotazos es tan grande que impresiona pensar lo que habrán sufrido en el pasado. Ahora bien, luego que no lamenten que la sociedad sospeche que son sus ambiciones y sus disputas las que hacen imposible que la industria despegue. Y ahí nos ganan en otras latitudes. O reman todos juntos o el negocio de los petroleros se irá a pique.

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