Trump ha vuelto a demostrar que el populismo es el camino más corto hacia la victoria. Las recetas de la socialdemocracia y la derecha han fracasado ante la crisis con tanto esmero que hasta su inexperiencia hechizó al electorado frente al aparente currículo de Hillary. El hartazgo de la ciudadanía con la clase política ya sólo es comparable a su miedo frente a la incertidumbre. Y a la hora de votar, ejerce su poder individual con ansias. En Cádiz tenemos el mejor ejemplo del triunfo del populismo. Podemos dejó patente hace tiempo que cuando le dices a la gente sólo lo que quiere oír, la victoria se pone a tiro. El equipo y el programa dan igual. Lo importante es la banda sonora. Basta con situarte en la cola de la compra y en la del paro para detectar las quejas ciudadanas y elaborar un relato arrebatador. Claro que luego te atropellan la realidad y el propio ejercicio del poder con sus limitaciones, pero esta es otra cuestión.

Para alcanzar la gloria, Podemos prometió que los jóvenes volverían del exilio cantando por Carranza. Lo que no dijo es cuándo. Aseguró que devolvería la gestión de los servicios municipales al Ayuntamiento y ahora algunos bancos les resultan hasta simpáticos. Naturalmente. También se presentó como verdugo del enchufismo y no ha vacilado al colocar a parientes y afines como quien se cepilla los dientes por el pasillo de casa. Y resulta fantástico que el alcalde, José María González, rechace la guerra y que pida que Navantia se cuide de firmar contratos -como el de las cinco corbetas con Arabia Saudí- con países que no respeten los derechos humanos. Lo que no ha explicado es si pretende que los astilleros vivan delVaporcito, que en paz descanse. Al no querer traicionar sus ideales ni a los parados dijo lo siguiente: "Sobre las espaldas de los trabajadores de la Bahía no se puede cargar el futuro de la producción de Navantia". Le pasó como a Rajoy cuando se lió con los vecinos y el alcalde con aquella memorable cita: "Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde..." Imbatible.

En esta aldea global al populismo se le perdona casi todo. Que le pregunten a Hillary Clinton, que no le pasaron ni una. O a Teófila. Si a ella, como ha resuelto Podemos con el Carnaval, se le ocurre elegir al presidente del jurado del COAC, la crucifican. Pero Podemos no ha de temer porque lo hizo desde el cariño, un favor, nada que ver con controlar el poder. Para los anales queda la tierna estampa del alcalde en sus vídeos, con humildad por supuesto, cantando a Silvio con Teresa Rodríguez o haciendo campaña por la candidatura de sus amigos de Madrid que quieren controlar el partido con puño de hierro. Lo llaman mirar hacia dentro cuando quieren decir poder interno. Nadie escapa hoy a la tentación del discurso fácil y el autobombo. Lo más cómico es ver cómo se escandalizan con Trump por demagogo, cuando casi todos llevamos un populista dentro, sobre todo en la barra del bar. La presidenta andaluza, Susana Díaz, proclama que exigirá a Trump que en las bases de Rota y Morón se cumpla la carga de trabajo. Aún no ha pegado ojo el republicano. También el PP andaluz tiene su retranca. Que censure los presupuestos andaluces después de que el PSOE se abstuviera para ceder el paso a Rajoy es de traca. Unos y otros no quieren entender que gobernar al precio que sea, despellejando al adversario que se cruce en su camino, sale caro. Lo grande es que tras sacudirse flojo y fuerte, en la vida real, todos se vuelven personas educadas. Y hasta encantadoras. Aunque usted no lo crea.

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