Tribuna Económica

Rogelio velasco

El comienzo del abandono

El discurso que pronunció ayer Theresa May marca el inicio del abandono de la UE por el Reino Unido. El mercado de divisas reaccionó positivamente, apreciándose la libra respecto del dólar, aunque buena parte se debe a la propia debilidad de la moneda estadounidense debido a la incertidumbre creada por las declaraciones de Donald Trump respecto a los acuerdos comerciales.

Uno de los papeles que la primera ministra va a jugar en adelante es el de animar a los ciudadanos para compensar la gran incertidumbre que el proceso de separación va a deparar y los grandes riesgos que el país va a asumir durante los próximos meses y años. May pretende construir el mejor de los mundos posibles, intentando cosechar los mayores beneficios de la actual unión aduanera pero sin soportar ninguno de sus costes.

Respecto de los beneficios, la firma de un acuerdo de libre comercio permitiría que los productos británicos no tuvieran que pagar aranceles en la UE, es decir, la situación actual como miembro del club. Ahora bien, las intenciones apuntadas por May harán muy difícil que pueda conseguirlo sin que soporte costes.

En primer lugar, el país está dispuesto a seguir contribuyendo a las arcas comunitarias, pero no "grandes cantidades". De hecho, el Reino Unido disfruta actualmente de un estatus fiscal privilegiado, que hace que su contribución sea menor de la que le correspondería por su PIB. Algo así como lo que tienen el País Vasco y en Navarra respecto del resto de España. Una contribución aún menor no sería aceptable para la UE. Sin especificar cómo, May ha declarado que no quiere que el estatus del Reino Unido sea igual al de otros países que tienen acceso al mercado único mediante acuerdos, esto es, Suiza y Noruega. Pero, ¿cómo va a conseguir ese estatus?

En segundo lugar, pretende tener acceso al mercado sin aranceles y, al mismo tiempo, liberarse de la tarifa exterior común que la UE tiene con los países con los que mantiene acuerdos comerciales. Esto es inaceptable. Podría, por ejemplo, firmar un acuerdo de libre comercio con Australia o EEUU y exportar productos a la UE con fuertes contenidos de materias primas o productos intermedios de esos países, consiguiendo una importante ventaja comparativa, al aprovechar los menores aranceles respecto de los que la UE impone a esos países.

En tercer lugar, un tema muy controvertido sería la reducción sustancial del impuesto de sociedades para atraer a multinacionales, en detrimento de los países de la UE. En el actual bloque comunitario ya existe un fuerte debate interno sobre este asunto -especialmente por Irlanda- y daría lugar a un problema mucho mayor, debido al tamaño de la economía británica.

Ha suavizado, no obstante, su posición respecto de los derechos de los más de tres millones de europeos que viven en territorio británico, entre otras razones, para que la UE actúe de la misma forma con el millón y medio de británicos que viven en el continente.

Un regusto del antiguo imperio subyace en todo el discurso de May. Creemos que la realidad a la que se va a enfrentar va a disipar algunas ilusiones y poner de manifiesto las vulnerabilidades y limitaciones de un país de 60 millones de habitantes en el mundo globalizado de 7.000 millones en el que vivimos.

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