España

Érase un hombre a un micro pegado

  • Bono es incapaz de controlar su afán de protagonismo en su regreso al ruedo

La versión amable, la hagiografía de Bono, la conoce todo el mundo. Al ex ministro se le atribuye el aristotélico don del término medio, la capacidad para flotar entre dos aguas sin disgustar a bandos eternamente enfrentados. Es una especie de Gallardón socialista, un comodín que siempre refuerza la probabilidad de éxito en una mano de póquer a cara de perro. Bono, español mesetario, católico y moderado, representa fielmente el retrato sociológico del clásico hombre PSOE, aunque su estampa case cada vez menos con el nuevo biotipo promovido por Rodríguez Zapatero.

El presidente propone un país sin complejos que asimila a España, al menos en intenciones, con la precursora y rupturista Holanda. En este contexto, Bono no pega, pero tampoco importa porque le apetecía regresar a un ruedo que nunca quiso abandonar. Tan sólo esperaba escuchar la canción adecuada. La Alcaldía de Madrid no sonaba bien porque era sinónimo de derrota. Presidir el Congreso es otra cosa. No hay muchos estrados tan golosos para lucirse.

En este punto arranca el reverso tenebroso de tan elogiado líder. Bono ama la notoriedad. Se le nota tanto como a Ruiz-Gallardón. Con una diferencia importante. Si bien el segundo jamás ha disimulado sus ambiciones, al primero le pierde su falsa modestia. Ayer, durante la presentación de un libro sobre el gran jefe, todo fueron medallas. Zapatero y él intuyeron que había que largarse de Iraq en contra del criterio de ilustres especialistas. Explicó por qué rechazó la oferta madrileña pese a la tremenda "perseverancia" del presidente. Relató su viaje tipo Graham Greene a las entrañas de las potencias más relevantes del mundo. Tanta incontinencia ridiculizó la excusa del libro.

Bono el simpático, Bono el infalible patinó a veces como titular de Defensa (2004-2006). Tras la retirada de Iraq, el Consejo de Ministros del que formaba parte decidió otorgarle una medalla, como si ejecutar un compromiso electoral pudiera ser objeto de (auto)homenaje. Algún día los mandamases asimilarán que el mecanismo de prometer implica cumplir.

Recordarán que en enero de 2005, Bono denunció agresiones de miembros del PP durante una manifestación de la AVT. Aquello no se aclaró del todo salvo que uno profese una fe ilimitada, y muy exótica hoy día, en la Justicia. En tal caso, el denunciante no sale bien parado: la Audiencia Provincial de Madrid condenó a dos agentes por detener ilegalmente a los supuestos agresores.

El ex barón manchego también vendió un montón de fragatas a Venezuela, sí, el país del ahora arisco Chávez, e incluso recibió la descarga del PP por incrementar la presencia de militares españoles en Afganistán con argumentos muy similares a los que él utilizó para deplorar la campaña de Iraq. Nada es blanco o negro. Él debería saberlo perfectamente si tan puro es su corazón.

En definitiva, Bono el lenguaraz debería tranquilizarse una vez saciada su sed de vida familiar. La confirmación de su regreso al mundo del maquillaje y los dientes blancos es prometedora, pero el destino no deja por ello de ser maligno. Quizás en marzo gane el PP. ¿Qué hará entonces Bono con sus sueños faraónicos?

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