Elecciones gallegas La incertidumbre sobre el resultado final es máxima

La campaña con más interferencias

  • La crisis, los escándalos de corrupción y el desembarco de líderes nacionales copan la agenda doméstica

Las campañas electorales en Galicia se piensan en clave rural. La estrategia responde a su singularidad demográfica: es una comunidad densamente poblada en las áreas de costa y con altas tasas de dispersión en su interior. Del mismo modo en que condiciona la táctica, esta particularidad debería igualmente determinar la preeminencia de las cuestiones netamente domésticas sobre las nacionales. Contra pronóstico, ésta ha sido una de las campañas menos gallegas.

A ello ha contribuido el feroz desembarco de líderes nacionales. El líder del PP, Mariano Rajoy, y el número dos del PSOE, José Blanco, han recorrido tantos pueblos como sus respectivos candidatos, con agendas paralelas para ensanchar al máximo el radio de acción. Una larga colección de segundos espadas ha reforzado este despliegue.

La fuerte presencia de la periferia ha facilitado la imposición de la agenda nacional sobre la autonómica. Los mitines se han convertido no sólo en el habitual reclamo a la movilización, sino también en el altavoz de la particular refriega entre Génova y Ferraz. La crisis y la trama de corrupción investigada por el juez Baltasar Garzón, que ha salpicado al PP, han sido una constante en cada mitin.

La campaña sólo ha vuelto a su cauce natural al compás de asuntos igualmente polémicos. El escándalo ha perseguido con especial virulencia al líder del BNG, Anxo Quintana, protagonista de un mitin al que acudió engañado un grupo de ancianos, y de unas fotos en un yate con un empresario adjudicatario de la Xunta. La campaña con más interferencias es también la más incierta. PP, de un lado, y PSOE y BNG, de otro, batallarán hasta el último minuto por la mayoría absoluta; 38 escaños. Las encuestas avalan los dos escenarios posibles.

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