Finanzas

El presidente de Cajamar pide un pacto de Estado por el agua

  • Eduardo Baamonde repasa los retos a los que se enfrenta el sector en el futuro y dice que las diferencias han de convertirse en "alianzas"

El presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde, durante la última asamblea.

El presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde, durante la última asamblea. / rafael gonzález

El presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde ha repasado los retos a los que debe hacer frente el sector agroalimentario español y en un artículo publicado en el portal www.agronegocios.es ofrece "las palancas que permitirán a este sector aprovechar las oportunidades de un mercado cada vez más abierto, competitivo y en constante evolución".

En esta ocasión, se centró en las potencialidades y oportunidades para concluir que el sector agroalimentario, en términos generales, tiene un gran futuro. Aun así, advierte de que el mercado es "cambiante", que "nos exigirá una enorme flexibilidad y, sobre todo, un gran conocimiento y especialización".

Baamonde alaba el buen comportamiento del sector hortofrutícola durante la crisis, gracias a su implantación en el mercado exterior. "Una primera conclusión a la que podemos llegar es que solo podrán subsistir aquellas empresas y agricultores que tengan capacidad para defender su posición en el mercado; en la medida en que las ayudas de la PAC no son suficientes, y mucho menos lo serán en el futuro, para garantizar las rentas agrícolas y el mantenimiento de la actividad agraria", afirma.

También apunta una oportunidad derivada del incremento de la población mundial, por un lado, y del crecimiento de la renta per cápita de los países emergentes, en particular de Asia y América del Sur, que les permitirá diversificar su dieta y hábitos de consumo. "Tendremos mercados interesantes, pero cada día más lejanos y heterogéneos, que van a exigir productos, formatos y una logística específica para cada tipología de cliente".

En cuanto a la globalización, tras el Brexit y la victoria de Donald Trump "se plantean nuevas incógnitas" debido al auge de las tesis proteccionistas en Europa y Estados Unidos, y se pregunta si "vamos a volver a modelos pasados". A lo que responde que "las nuevas tecnologías nos han globalizado", sobre todo, las nuevas generaciones, "somos consumidores globales" y, en consecuencia, "difícilmente vamos a poder cerrar nuestras fronteras".

Para una óptima globalización, pide una "armonización de políticas y regulaciones básicas, de tal forma que se impida o se reduzca el impacto derivado de la distorsión de competencia producida por los distintos costes de producción, fruto no de una mayor eficiencia o conocimiento, sino simple y llanamente de la diferencia de los costes sociales o reglamentarios, cuestiones que deberán ser objeto de acuerdos internacionales para evitar la competencia desleal que se sufre en la actualidad".

Por ello, vaticina "unos años extraordinariamente volátiles, en los que deberemos diversificar destinos y fortalecer nuestras empresas para hacerlas menos vulnerables y capaces de resistir una volatilidad de precios que será creciente".

Para aprovechar las oportunidades futuras, aboga por la diferenciación de productos, procesos y mercados frente a los competidores. También pone en valor la excelencia en la gestión, desde la producción hasta la comercialización final.

"Pero ninguna de las palancas anteriores se podrá realizar sin el conocimiento estratégico" de los propietarios de las empresas y de las explotaciones; "y el conocimiento operativo, que deberán tener técnicos y las personas que trabajen en el sector agroalimentario".

Además, pone el acento en la cadena agroalimentaria para "contemplar el sector con una visión de cadena, desde la producción hasta la comercialización final. Basta con que un eslabón sufra o se quiebre para que la cadena no sea sostenible", señala.

Por eso, recuerda la importancia de la unión del sector. "Las interprofesionales pueden ser de gran utilidad, pero siempre que sean inclusivas e incorporen a la totalidad del sector y todos los partícipes se sientan protagonistas de un mismo proyecto". Y va "más allá", pidiendo "la colaboración entre empresas y las diferencias o antagonismos del pasado deberían convertirse en alianzas. Esto no tiene que ser tan difícil cuando la mayoría del sector se enfrenta a oportunidades y retos similares, y lo que es más importante, cuando se comparten los mismos objetivos".

Los mayores problemas del sector son, a su juicio, los derivados del desequilibrio de la cadena, consecuencia de la atomización de la oferta y la concentración de la demanda (concretamente la gran distribución).

"Este problema estructural impide una correcta gestión de la oferta, particularmente importante en momentos puntuales en los que puede llegar a arruinar la rentabilidad de una campaña. Urge pues la implantación de mecanismos que permitan reforzar esa concentración de la oferta, y sobre todo la mentalización por parte de todos los actores de la necesidad de llevarlo a la práctica", apunta.

Otro reto fundamental es el acceso a las nuevas tecnologías. "Debemos ser conscientes de que en el pasado estaban limitadas o eran accesibles exclusivamente a los países desarrollados. Hoy están al alcance de todos. Diría más, a veces donde se ponen más trabas a las nuevas tecnologías es precisamente en la UE. Me refiero, por ejemplo, a la biotecnología, o a la obtención y comercialización de nuevas moléculas para los productos fitosanitarios".

Además, recuerda que en un mercado global y abierto no se pueden imponer limitaciones que no tienen nuestros competidores, y lo que es peor, a futuro impiden desarrollar el conocimiento y aprovechar los resultados derivados de las nuevas líneas de investigación. "Todo lo cual acaba expulsando a nuestros mejores tecnólogos y a las empresas más especializadas hacia otros países y regiones donde obtienen una mayor rentabilidad y cuentan con mejores expectativas".

Tampoco se olvida del cambio climático. Por la parte agronómica, "la alteración de los calendarios de producción incrementará la competencia sobre las producciones mediterráneas y suscitará un mayor riesgo por adversidades meteorológicas, y en particular la sequía. Y por la parte legislativa, fruto de los acuerdos internacionales, marcará o condicionará todas las políticas comunitarias y en concreto la reforma de la PAC de 2020".

A su juicio, estos retos deben hacer "reflexionar y reaccionar" al propio sector, y después a las Administraciones, "que deben ser conscientes de la importancia del momento y de los enormes desafíos del futuro".

A pesar de todo, se declara optimista." Jamás hemos tenido un sector tan preparado como en la actualidad. La experiencia adquirida los últimos 20 años nos ha permitido convertirnos en referencia mundial, fundamentalmente desde el punto de vista productivo. Ahora debemos serlo desde el punto de vista de la comercialización y de la incorporación de valor".

Por último, señala el agua. "Es un recurso escaso y limitante que exige medidas urgentes que eliminen la incertidumbre actual, que es el peor enemigo para el desarrollo del sector. La política del agua, como otras cuestiones de carácter estratégico, reclama un pacto de Estado que perdure no ya varias legislaturas, sino varias generaciones. Lo mismo ocurre con las infraestructuras de transporte, que requieren adaptarse a las oportunidades que se están generando en mercados cada día más alejados, donde la logística alcanza una importancia vital", culmina.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios