Pasarela

Seis helados que estresaron al vendedor del quiosco

  • El desarrollismo trajo a principios de los 70 la pugna playera de las marcas de polos

  • El Drácula de Frigo y el Colajet de Nestlé deleitaron a varias generaciones

Uno de los ritos que anunciaban el buen tiempo y las vacaciones escolares era el estreno del cartel de los helados. El momento en que las marcas desvelaban sus novedades en el almacén del barrio: los polos que iban a triunfar en los quioscos que a modo de setas veraniegas se apostaban en esquinas y paseos marítimos. Al cabo de tres meses, y con la vuelta al colegio, el fantasma de Nifti desaparecía de nuestras vidas tras deleitar en las meriendas de la caseta de la playa y en alguna cena del apartamento alquilado.

En 1966 Camy (anteriormente Camay), la marca de helados de Nestlé, apelaba a la carrera espacial con el Camyjet, naranja y limón en forma de cohete al que en 1972 se le añadió la punta de chocolate. En 1978 se sumó su perenne hermano, Colajet, que ha permanecido hasta nuestros días. El Colajet había sido la respuesta de Camy al Drácula de Frigo. En 1977 la guerra fría entre Nestlé y Unilever (Frigo) comenzaba a recrudecerse. Frigo ensanchó su cartel y sus sabores. De una combinación estridente de cola, vainilla y fresa, dejando las lenguas de EGB enlutadas, surgió un invento digno de un restaurante posmoderno. El Drácula superó generaciones, y se convirtió en testimonio gustativo de la transición. De aquella época fueron el Superespía (fresa y cola), el Tropicana (piña y chocolate) o El Famoso (fresa y nata). Camy, por su parte, lo intentó con el sabor de regaliz del Camy Kong o la lima del Apache. La batalla entre aquellos niños de ajustado presupuesto fue ganada por Frigo, que posteriormente colgaría el Capitán Cola (versión portuguesa de Colajet), el Frigurón (piña azulada), el Calippo (traslación deluxe del poloflá, los témpanos de Flaggolosina, de Lora del Río) o el Twister (lima, fresa y piña). Camy se encaminó más al público adulto, con los Cornetes, los Vasitos (con un pionero helado de yogur en 1980) y los Bombones. Pero también en este apartado Frigo dio el pelotazo heladero creando en 1988 el Frac. La cobertura de chocolate engordaba y de ahí se pasaba al consumo durante todo el año y la rendición del cliente adulto. La batalla se fue centrando más por este target y los polos "de hielo" (frase de madre) se encaminaron a los niños, pero ya sin tantas osadías.

La guerra fría entre Nestlé y Unilever trajo la audacia a aquellos quioscos temporales de las playas

Por el camino otras marcas cayeron ante ese duelo. La valenciana Avidesa, la del Sandwich de nata y los Apolos, quedó integrada en Nestlé, como pasó con la francesa Miko, que llegó a principios de los 80 con otro superviviente infantil, el Mikolápiz. Como tercera vía de las grandes, la marca canario-balear, Kalise-La Menorquina, que empezó con el Tamarindo y nos descubrió el trampantojo con la rodaja del Sandy Pop.

Los quioscos temporales que llegaron con el desarrollismo mermaron mientras crecía el estante de helados en el supermercado.

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