M style="text-transform:uppercase">eNTIRÍA si dijera que me causó sorpresa la reacción de los medios españoles tras la muerte del capitalista Fidel. Capitalista, porque predicó una revolución que deja 14 $ al mes de salario para los machacados cubanos, siendo él una de las mayores fortunas de Latinoamérica. Muy propio del comunismo. Los elogios que ha recibido el liberticida cubano en su tardía partida revela la decadencia moral de nuestra sociedad. Que los 'atresmedianos y los medieseteros' se apunten a despedir al sátrapa en 'hedor' de multitudes, es trágico, pero entra dentro de la indigencia intelectual a la que nos tienen acostumbrados. Que la televisión y radios públicas parecieran Cubavisión, es menos tolerable. Se me atragantó tal despliegue, porque tengo apreciable estima por la libertad humana, esa condición que nos acompaña inexorable y que hace que nuestra existencia sea más vividera, posibilidad robada a varias generaciones de cubanos en nombre de una ideología fracasada. En Europa, a derecha y a izquierda hay quien sueña con construir un nuevo muro de Berlín; entran en éxtasis imaginando imponer al vecino utopías irrealizables; surgen del pensamiento débil de un Occidente que niega su mayor conquista: la dignidad humana. Por la vía del comunismo- la escasez y la pobreza- o del capitalismo salvaje- el consumismo exacerbado- hay una legión dispuesta a sustraernos nuestro más preciado bien: la libertad. Algunos nostálgicos del vacío mayo francés que deliran pensando que estuvieron en Sierra Maestra, critican con furia a los mercados y los bancos mientras lloran al viejo Fidel, muerto en la cama en vez de la cárcel. Creen que Pinochet o Franco eran dictadores asesinos y que Fidel o Chávez son santos laicos. Es la pútrida herencia de la progresía, que tiene encandilados a millones de conciudadanos. No hay mal que cien años dure.

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