En estos días hemos asistido al espectáculo de ver a tres líderes socialistas enfrentados en el proceso de primarias que está llevando a cabo el PSOE y que concluirá con la elección de un nuevo secretario general. Aun para los que no se sienten identificados con la ideología socialista, la confrontación entre los candidatos resulta de lo más ilustrativa respecto al grado de cualificación de nuestras elites políticas. En un sistema electoral como el nuestro en que las listas son bloqueadas y cerradas, esto es, son las cúpulas de los partidos las que designan a quienes las conforman( y, en justa correspondencia, los elegidos ejercen de la "voz de su amo" en lugar de atender a los intereses de los ciudadanos que en teoría representan), resulta difícil intuir las interioridades de las organizaciones políticas. Un discurso monocorde, sin fisuras y sin espacio para la improvisación se difunde desde el líder máximo hasta el postrero militante encargado de ir a por los cafés. No existen tendencias ni discrepancias, al punto de que la repetición compulsiva de una simple frase (v.g. "Si bwana") es la mayor garantía del ascenso meteórico en el aparato del partido. Sin embargo, al ser las primarias una lucha por el poder, los aspirantes están obligados a exponer -siquiera someramente- sus ideas, sus proyectos e incluso sus intenciones y eso, a veces, nos permite atisbar la insulsa olla de grillos que esconden los partidos en sus entrañas. Susana Díaz, la candidata oficialista, destaca por su pobreza argumental. Sin poso teórico alguno su discurso camufla su orfandad ideológica con un indisimulado populismo. La presidenta andaluza intenta (y al menos en su región lo ha conseguido) que la vehemencia y el tono alto de su voz doten de trascendencia a sus palabras, de natural, hueras de contenido. Sus otras dos bazas de triunfo son las metáforas futbolísticas ("se dejará la piel en las elecciones") y esa manida dualidad políticamente correcta de "compañeros y compañeras" (acreditando así de paso el ser una mujer de pocas lecturas e ignorante de la gramática). Pedro Sánchez, el principal rival de Susana, es todo fachada, su discurso a pesar de ser insustancial resulta confuso y su rasgo distintivo es el ser un ferviente seguidor de las doctrinas de Marx (Groucho): "Estos son mis principios. Si no le gustan... tengo otros". La "tercera vía" es la de Patxi López, hombre de discutibles méritos académicos (se matriculó en primer curso de ingeniería... y no lo acabó) se apoya en un discurso buenista ("paz y amor") que ya puso en práctica al dialogar con ETA-Batasuna siendo líder del PSE y que en su día provocó una premonitoria advertencia de la madre del asesinado Joseba Pagazaurtundua: "Patxi, dirás y harás cosas que nos helarán la sangre". Mediocres e inanes, cualquiera de los tres vale para darle la extremaunción a un agonizante PSOE.

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