Cultura

Carlos Pradal, 25 años de ausencia del pintor que amaba el flamenco

  • Se cumple hoy un cuarto de siglo de la muerte de este genial artista que nació en Madrid, vivió en Francia pero sus raíces eran almerienses y que dejó muchos amigos en esta tierra

Se cumplen 25 años de la muerte del artista Carlos Pradal Rodríguez. Precisamente, hoy día 30 de noviembre hace un cuarto de siglo que este artista, de raíces almerienses, aunque había nacido en Madrid, falleció en París, muy lejos de la tierra que tanto amaba.

Aunque pasó muchos veranos en Almería, tierra donde contaba con grandes amigos y donde descubrió otra luz que se deja entrever en algunas de sus obras, Pradal vivió muchos años en Francia, donde es un artista reconocido y un pintor excepcional. En la Peña El Taranto de Almería le recuerdan a menudo, porque dejó grandes amigos.

Carlos Pradal era el quinto hijo de una familia de origen almeriense, afincada en la capital de España. Su padre Gabriel Pradal, almeriense, estudió arquitectura y llegó a ser arquitecto municipal de Madrid, manteniendo siempre los lazos con Almería por donde sería elegido diputado socialista en 1931 y 1936. Su madre Mercedes Rodríguez, inteligente y cultivada, comparte las ideas políticas de su marido, transmitiéndolas a sus hijos.

La infancia de Carlos y sus hermanos se desarrolló entre Madrid y Almería. Al estallar la guerra en el verano de 1936, la familia Pradal se encontraba en Rioja. Su padre tomó las armas en el bando republicano, sus hijos mayores fueron enviados a estudiar a París, y Mercedes y sus tres hijos menores permanecieron en Rioja hasta la derrota republicana, es entonces cuando embarcan en Alicante en un barco inglés rumbo a Argelia, desembarcando en el puerto de Orán, donde serán agrupados junto a otros refugiados en el campo de Carnot.

Tras meses de internamiento en este campo, consiguieron llegar a Francia y reunirse con el resto de la familia en Port-Vendres. La llegada de los Pradal a Toulouse se produjo en julio de 1939, en su condición de intelectuales refugiados recibieron un pequeño alojamiento.

Entre la escuela, el juego y su afición por la pintura transcurre el tiempo, y en 1946 obtiene su certificado de estudios, lo que le permite entrar en el Liceo de Toulouse, de donde saldrá en 1952 con el título de bachiller. Durante estos años en los que Carlos adquiere las bases de la cultura francesa, no olvida su cultura originaria. Siguiendo los consejos de su padre seguirá estudios superiores de Lengua Española en la Facultad de Letras de Toulouse, lo que dado su total bilingüismo y su disposición hacia la cultura hispánica, literatura, poesía y filosofía le coloca en una situación ventajosa frente a sus compañeros.

Durante estos años de universidad compagina sus estudios con su pasión por la pintura, asistiendo como oyente libre en la Escuela de Bellas Artes, y se inscribe en el taller de Raoul Bergougnan. Carlos Pradal reconocería que el pintor le aportó algo fundamental en su pintura: la capacidad de visionar el objeto que se va a pintar, y olvidar el espacio que hay a su alrededor.

Terminada la carrera comenzó a trabajar como profesor adjunto de español en diversos liceos de la región. Su nacionalidad española no le permitió obtener un puesto fijo, y tras tres años de esta inestable dedicación a la enseñanza, sin poder pintar, toma una importante y arriesgada decisión: cesar en su actividad de profesor y afrontar su vocación pictórica como medio de vida, a pesar de la incertidumbre material que este paso suponía.

Dedicado de lleno a su actividad artística, en sus comienzos profesionales trabajará en el campo de la decoración. Además de la obra mural, en estos primeros años de carrera artística, hay que resaltar la abundante obra gráfica que Carlos Pradal realizó para portadas de revistas, decorados de obras teatrales, estampas, dibujos y diseños en general.

A Carlos siempre le interesó mucho el flamenco y lo incluye en los años 80 en su pintura. Como señala su esposa, Sophie Cathala, "lo que quiere pintar no es folclore, es la luz del flamenco. Le parece importante pintar desde el punto de vista de la luz. Si el billar expresaba soledad, el flamenco también, pero el billar es intelectual y el flamenco más vital".

Pradal fue un gran enamorado de la poesía. En sus últimos años de vida, y viendo que ya no podía ejercer la pintura, decidió dar a conocer a los francés la poesía española. Traduce obras como La Zapatería prodigiosa de García Lorca, El rayo que no cesa que Miguel Hernández y Diez sonetos metafísicos de Quevedo.

En 1985 expuso en la galería de arte Argar, una serie de obras hechas a base de recuerdos de su juventud y algunos trabajos sobre temas taurinos. Al año siguiente expone en Toulouse una muestra antológica con 180 obras. En julio de 1987, tras quince años de convivencia se casa con Sophie Cathala, en París. Fue un día inolvidable, a pesar de que Carlos ya se encontraba muy enfermo.

El 28 de abril de 1988, meses antes de su muerte, recibió el Escudo de oro de la peña El Taranto en un acto que tuvo lugar en la Casa de la Juventud. Esa noche se inauguraba una exposición conjunta de Manolo Falces y Carlos Pradal. Junto a este gran artista estaba su esposa Sophie Cathala. Pradal dejó huella en Almería donde cultivó la amistad y donde transcurrido un cuarto de siglo muchos se acuerdan de su arte y, sobre todo, de su persona.

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