Cultura

Errancia melancólica del mejor Wim Wenders

Tres películas (Alicia en las ciudades, Movimiento en falso y El estado de las cosas) con las que volver a Wenders después de tanto tiempo. Grandes esbozos de cineasta moderno, por entonces en alianza intelectual con el escritor Peter Handke, que nos informan de la fragilidad de la coyuntura en la que el cine se pensó distinto, de ese breve tiempo en que cineasta y explorador son sinónimos, antes de la caída en la profesión, en la industria de los autores reconocidos.

Es la segunda de ellas la que desde el título, aquel Falsche Bewegung (Movimiento en falso), resumía parte del malestar de esas generaciones que, a partir de Oberhausen, se propusieron volver a pelearse con la realidad y el lenguaje al tiempo que tendían puentes hacia los abuelos (Lang, Murnau) saltándose las fechas en las que el cinematógrafo sirvió de propaganda al ideario nazi. Esta adaptación sui generis de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, la famosa Bildungsroman (novela de formación) de Goethe, explicitaba una de las consecuencias de la crisis establecida en el entramado simbólico de los filmes: la condena a la errancia infructuosa, la pérdida de la dimensión de transformación íntima que todo desplazamiento importante en el espacio-tiempo debe conllevar. Aquí, el objetivo queda sin cumplir, y sólo queda la fría apatía de quien se sabe fatalmente desapegado de los demás. El viaje también se espesa y los paisajes cubren su pasada condición de ruina con el nuevo estatuto de no-lugares en Alicia en las ciudades y El estado de las cosas. Y tanto Phil Winter como Friedrich Munro, el primero en su dilatado deambular con la pequeña Alicia y el segundo a la busca del productor de su filme interruptus, comparten similar suspensión de sentido en sus trayectos. Quiebras que apuntan a la herida de un cineasta, por entonces y como tantos otros, en ambigua relación con el cine clásico nosteamericano y su tradición. Si El estado de las cosas, ya en 1982, es el último grito de quien años después decidiría no volver a pasarlo mal con las angustias de la creación cinematográfica, Alicia en las ciudades dialogaba significativamente con el pasado del cine que fue fuente de mitología: ahí donde el Ethan de Centauros del desierto triunfa, devolviendo él mismo a su sobrina al hogar, el Winter de Alicia en las ciudades se muestra falible. La melancolía de Ethan es ya parálisis en Winter, por mucho que se mueva. Habría que esperar a Paris-Texas para ver al desarraigado desaparecer tras habler cumplido la misión. Y es que Wenders fue clásico después de moderno. Luego, las imágenes cayeron sobre él.

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