Cultura

Kennedy: la gestación de un referente

  • El libro 'JFK. El hombre. El líder. El presidente', de Salvador Rus, traza un retrato del político americano a partir de sus orígenes y los principales problemas que encontró en su mandato

"¿quién fue este joven presidente que murió con 46 años en pleno ejercicio de su cargo?", se cuestiona Salvador Rus en JFK. El hombre. El lider. El presidente (LID Editorial), un libro que ahonda en los orígenes y el proyecto político de John Fitzgerald Kennedy. "¿Fue un producto de mercadotecnia (...)? ¿Era el instrumento dócil que se plegaba a las ambiciones de otros, como su padre o el grupo de colaboradores que le condujeron al éxito? ¿Tenía ideas propias o repetía aquello que le ponían por escrito? ¿Fue un renovador social o se movía de forma espasmódica sin un plan de acción?", pregunta Rus sobre un hombre que, pese a gobernar poco más de tres años -1.032 días duró su presidencia-, se ha mantenido en la leyenda, recordado por unos en su empeño de devolver la ética a la esfera política y su defensa de los derechos humanos y por otros como poco más que como un personaje carismático que, quizás por su asesinato, no terminó de cumplir sus promesas y cometió errores importantes, especialmente en política exterior, a lo largo de su mandato.

Rus, que ya publicó en 2013 una selección de los discursos del líder norteamericano, explora con la colaboración de Eduardo Fernández García el entorno en el que creció Kennedy y que forjaría decididamente su carácter. "No cabe duda de que la familia fue el lugar donde JFK aprendió la importancia de la unión de diversos miembros para conseguir alcanzar las metas, que superan individualmente la capacidad de cada uno", asegura el autor, doctor en Filosofía, Historia y Derecho y catedrático de Historia del Pensamiento de la Universidad de León. Los abuelos del futuro presidente, tanto por la rama paterna como por la materna, ya habían encontrado en la política un medio para "intentar superar la barrera social que les imponía su origen irlandés ": de ellos, el abuelo materno, John F. Fitzgerald -Honey Fitz-, un tipo pícaro, extrovertido y seguro de sí mismo, influyó especialmente en su nieto. El padre, Joseph P. Kennedy, prosperó como un hábil hombre de negocios y llegó a ser embajador en Inglaterra, pero pesó sobre su ánimo no haber triunfado como político. Por esta insatisfacción les inculcaría a sus hijos "un espíritu altamente competitivo. Les exigió que en todas las facetas de la vida deberían superar a los mejores, o al menos estar entre ellos. Por otro lado (...), les transmitió la necesidad de mantenerse unidos de cara al exterior".

El ensayo cuenta con un prólogo de la presidenta del Congreso, Ana Pastor

JFK. El hombre. El líder. El presidente,que cuenta con un prólogo de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, describe cómo todas las esperanzas puestas inicialmente en el primogénito de la familia, Joseph, se dirigen a John una vez que el primero fallece en la guerra. El joven JFK vive en sus años de formación experiencias decisivas: la estancia del padre en Inglaterra le permite conocer a Churchill; publica Why England Slept?, un libro sobre la actuación de Inglaterra en los años previos a la guerra que señalaría ya sus dotes como observador político; su alistamiento en el ejército acaba en un naufragio y con él condecorado como un héroe.

Kennedy aprendería las claves de la política en sus años de congresista, cuando "se forjó una identidad pública propia al margen de su padre y de su familia. Se convirtió en un político de raza comenzando desde abajo y enredándose en asuntos con los que nunca antes se había enfrentado", analiza el libro. Cuando aspira al Senado, el joven ya ha entendido que mostrarse receptivo a las inquietudes de sus compatriotas será una de las claves de su éxito. En sus encuentros con los votantes, "hablaba de lo que los americanos querían oír y no de lo que el político de turno tenía interés de transmitir (...) JFK escuchaba con atención lo que los ciudadanos querían exponerle, les hablaba al oído, deseaba que cada ciudadano se sintiera escuchado, comprendido y tratado de forma exclusiva. Anhelaba mostrar que las preocupaciones y las ilusiones de ellos eran también las suyas".

El ya senador volcará la misma inteligencia que despliega en sus análisis y textos -aprovecha un paréntesis por enfermedad para redactar Profiles in Courage, un libro por el que conquistaría el Pulitzer- en planificar su asalto a la presidencia, un propósito para el que se alió con Lyndon B. Johnson, al que no le unían simpatías personales pero cuyo respaldo reforzaría su candidatura en la campaña.

En sus tres años en la Casa Blanca, Kennedy exhibió sus nuevas maneras de hacer política: respaldado por un equipo compacto, astuto en las relaciones con los medios -muchas de sus ruedas de prensa fueron televisadas-, supo implicar a la población en un proyecto político entre la esperanza y el pragmatismo. "No fue un gobernante que tendía hacia la utopía para encantar al auditorio", se apunta en el libro.

Uno de los principales asuntos pendientes que tuvo que atender en política interior fue la segregación racial, origen de algunos episodios de violencia que ocurrieron durante su mandato. A pesar de que dedicó a la materia trabajados discursos, el ensayo plantea que "algunos historiadores piensan que el asunto de los derechos civiles fue un problema que le sobrevino y tuvo que hacerse cargo de él, pero que constituía una distracción más que un asunto fundamental en su proyecto político".

En el exterior, Kennedy, que animaba a sus conciudadanos a pensar "intercontinentalmente", lo que, dijo, "nos puede ayudar a conseguir un mundo regido por el derecho y la libertad de elección, desterrando la guerra y el uso de la fuerza", conoció crisis importantes en distintos escenarios: Berlín, Cuba y Vietnam. Mientras fue celebrado por su contención en la crisis de los misiles de Cuba, su gestión de las tensiones alrededor de la capital berlinesa generó más controversia. "Para algunos falló en el manejo de la crisis de Berlín defraudando tanto a sus aliados, que habían depositado grandes expectativas en su liderazgo mundial, como a los propios norteamericanos. Su falta de visión tuvo como consecuencia la división de Berlín y la polarización de las fuerzas mundiales en dos superpotencias, que competían por la hegemonía del mundo". Rus cree que, en la política internacional, el balance es "equilibrado y positivo", pese a algunos errores y a que este hombre que actuó con "prudencia, veracidad y valentía, sin temeridad" le costó "convivir" con la "gran inestabilidad" de la Guerra Fría.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios