Cultura

Loquillo aparcó el Cadillac

  • El cantante presentó los nuevos temas de su disco 'Su nombre era el de todas las mujeres' · Media entrada en el Auditorio Municipal Maestro Padilla de la capital para un concierto que duró dos horas

De un negro riguroso, en su eterno homenaje a Johnny Cash, que contrastaba con el plateado de su imprescindible tupé y, a casi dos metros del suelo donde brillaban sus zapatos de charol José María Sanz, Loquillo sobre las tablas, daba la bienvenida al público con Balmoral. Una declaración de intenciones, los sueños que un artista siempre ha perseguido alguna vez.

Bajo la luz de unas cuantas bombillas, tenues, que daban al escenario aire cabaretero, se desplegaban las más de tres décadas de historia de uno de los emblemas vivos del rock en español. Pisó con fuerza, miró al patio de butacas y comenzó a desnudar sus nuevas canciones, del disco Su nombre era el de todas las mujeres, inspirado en la poesía de Luis Alberto de Cuenca. La Noche blanca fue la mejor presentación para lucir esta imagen renovada.

Recordaba el Loco que desde el año 1995 no pisaba un teatro en Almería, una tierra en la que ha cumplido viejos anhelos, como telonear a los Rolling Stones. Fue la segunda ovación para el músico catalán de un Auditorio tan escaso como entregado.

Aunque en esta ocasión dejó el cadillac más solitario que nunca aparcado en la puerta, no faltaron los clásicos de siempre. Y de este modo, recordó el momento en que compuso Brillar y Brillar. Estaba en Torrejón de Ardoz, cuando sobre su cabeza volaban los primeros aviones que habrían de marchar a la guerra del Golfo Pérsico. Su pasión por la música francesa fue protagonista en versiones de Jacques Brel y Georges Brassens. No volveré a ser joven y Antes de la lluvia sirvieron de aperitivo para lo que vendría más tarde, alternando la versión melancólica de Loquillo con su alma más guerrera. Precisamente este carácter inconformista fue el que le llevó a escribir un homenaje a Salvador Puig cuya muerte en 1974 "terminó con mi niñez, cuando sólo tenía 13 años".

"Os doy un consejo: sed políticamente incorrectos". Disparó sus dardos ácidos contra la clase política como había hecho momentos antes cuando colocó en el punto de mira a la Sociedad General de Autores, con el primer single de su nuevo trabajo, en lo que suponía la entradilla para la recta final de un espectáculo que vivía sus momentos más emocionantes cuando el intérprete decidió pasear entre el público. Lo hizo Con elegancia, estrechando las manos de los asistentes, y consiguiendo un emocionado aplauso cuando, tras un pequeño esfuerzo, consiguió alcanzar a un adolescente perfectamente equipado con una camiseta negra que conocía a la perfección cada una de las estrofas que su ídolo estaba cantando.

El lado más intimista lo presentó sentado en las escaleras y cabizbajo mientras sonaban los primeros acordes de El encuentro, una historia de amor a contracorriente que renace de sus cenizas un invierno cualquiera en Salamanca. El tema finalizó con un emocionado y totalmente entregado Loquillo que se retiró unos momentos al camerino para aparecer vestido con camisa blanca. Con una media sonrisa, apartando cualquier falsa modestia pidió a la humanidad paso porque había llegado él. Una fan, entonces, le gritaba "¡Gracias por venir!".

"Llega un momento en que uno alcanza la edad innombrable", afirmó mirando al público. Pero nadie quería creerlo. Porque sigue con la misma energía que cuando empezó. También dejó constancia de su amor por la noche con Los gatos lo sabrán, con la que reflejó la cercanía con los misterios que entraña una madrugada. La misma que en Madrid le llevaba a pasear por la Castellana, céntrica calle a la que también hizo referencia en otro de los temas.

Con los asistentes en pie, el Loco fue presentando a su banda, atrás quedaron los míticos Trogloditas para dar paso a un elenco de músicos de reconocido prestigio, unos de larga trayectoria en el mundo de la música, y otros jóvenes valores puestos en alza por el artista catalán.

Era el final, colofón de dos horas de un concierto que mostró la reconversión y madurez de un hombre grande.

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