Cultura

El alma de la tauromaquia

  • Desde el primer lance fundamental, la verónica, creada por Costillares (1729-1800), el goteo de suertes ha sido constante hasta llegar a toreros actuales como El Juli, quien creó la lopecina y la escobina

El toreo, como cualquier otro tipo de arte, ha ido evolucionando desde su nacimiento. Las suertes -acciones del torero que, valiéndose del engaño, como la capa, la muleta o el mismo cuerpo, hacen que el toro pase próximo a él- han ido cambiando con el paso del tiempo, acompasadas a los gustos del público, si bien la verónica como lance y el natural como muletazo continúan siendo la médula espinal del toreo fundamental.

En la construcción de esta enorme y rica casa han trabajado muchos artistas, que -sin tener en cuenta las suertes de picar, banderillear y rejonear- han creado un centenar -unos 60 lances y 40 muletazos-, que conforman el alma de la tauromaquia. Algunas suertes se han inspirado en otras anteriores (orteguina, quite de la escoba, quite de Ronda, riverina...); otras se crearon por la necesidad de evitar una cogida (chicuelina...); un número considerable tienen como fuente al toreo cómico (manoletina, que realizaba Llapisera,...). Hay suertes dentro de la más pura ortodoxia (verónica, natural...) y otras excéntricas (pase de la rana, del murciélago...). Y hasta existe una, al alimón, realizada por dos toreros a la vez. En cuanto a su denominación, algunas llevan el nombre de su creador (gaonera, arrucina, bernadina...); otras se denominan en función de su forma de realizar la suerte o su relación con el vocabulario (la verónica, el cartuchito de pescao, reclinatorio...) y otras por su procedencia o el lugar donde se ejecutó por primera vez (bilbaína, granadina, tafallera...).

El toreo se reducía en sus inicios a la preparación del toro para la suerte de matar. Por eso, el muletazo primigenio fue el natural. Si buceamos en las hemerotecas nos encontramos que junto al natural, en el siglo XIX los más reseñados son el pase derecha, que era como se denominaba al derechazo actual, por alto, por bajo, afarolados, ayudados, de cabeza a rabo o de pitón a rabo, cambiado, macheteo, en redondo, de rodillas y el telonazo. En el siglo XX, la creatividad de muletazos aumenta a medida que crece en importancia la faena de muleta. Surgen entonces la arrucina, bernadina, bilbaína, capeína, capetillina, el cartuchito de pescao, el pase del desprecio, el doblón, el pase del elijan, los estatuarios celeste imperio y muerte, el pase de la firma, del fusil, del imposible, el kikirikí, el litrazo, mirando al tendido, molinete, la pedresina, el procunazo, reclinatorio, riverina, tres en uno...

En cuanto al toreo de capa en el siglo XIX los lances más practicados eran la verónica, la media verónica, los galleos, recortes, largas, el quiebro de rodillas, de frente por detrás, al alimón y la tijera. Será a comienzos del XX cuando se dispare la creatividad con el capote en una etapa en la que todavía lo realizado con la capa tiene un gran peso específico en una lidia en la que, con los caballos sin peto y las constantes caídas de los picadores, las largas y los recortes eran tan variados como necesarios en los quites al riesgo. La imposición del protección del caballo y un toro más ahormado en el primer tercio propiciarán el nacimiento de muchos lances destinados como quites artísticos, con una aportación elevada por parte de toreros mexicanos, con suertes que llevan sus nombres (brionesa, caleserina, charrina, fregolina, gaonera, orticina, zapopina....). Cabe destacar que hay suertes que se practican durante un determinado período y luego desaparecen. Incluso, algunos toreros han resucitado varias. Es el caso de Luis Francisco Esplá, que desempolvó, entre otras, la tijerilla. Otros lances que requieren unas grandes facultades físicas quedaron dormidos en el baúl de los recuerdos, como el curioso bú, que practicaba Joselito el Gallo, o la mariposa, de Marcial Lalanda.

Un porcentaje considerable de suertes han sido inventadas por toreros andaluces. Así, con la muleta, el pase de rodillas o rodillazo, de Paquiro; el afarolado por Rafael el Gallo; el pase de la antena, de Chamaco; la gonzalina, de Manolo González; el litrazo, de Litri; la manoletina, de Manolete; mirando al tendido, de Minuto; la mondeñina, de Mondeño; el salto de la rana, de Manuel Benítez El Cordobés; el de la tortilla, de Jesús Janeiro Jesulín de Ubrique o la vitolina, de Julio Pérez Vito... En lances, el farol, de Desperdicios; revertina, de Reverte; serpentina, de Rafael el Gallo; chicuelina, de Chicuelo; espaldina, de Miguelín; gallosina, de Galloso; Rafaelina, de Lagartijo; marchenera, de El Marchenero; el quite de Ronda, de Antonio Ordóñez, las escribanina, de Manuel Escribano...

El toreo es un arte vivo y en constante evolución. El incremento paulatino de suertes es una muestra de ello. Aunque en la lidia, lo importante es que el torero domine, por encima de todo, el toreo fundamental, en el que la verónica y el natural son sus pilares.

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