Cultura

La patria en un lingote de oro

Soplan vientos de cambio en el género bélico. De unos años a esta parte, las adocenadas mitologías del honor y la gloria han dejado paso paulatinamente a un concepto más despiadado del campo de batalla y sus condiciones: en películas como Tres reyes (1999), los protagonistas han dejado de ser héroes de leyenda, para convertirse en oportunistas cuyo cinismo corre paralelo al de la misma trastienda de las guerras, organizadas según similares intereses económicos. Era cuestión de tiempo que este nuevo giro en el código genético del bélico, alcanzara al cada vez más encanallado universo de las consolas. Y Battlefield Bad Company es el oxigenante título que inaugura tan sarcástica reformulación del género.

La promoción del juego era ciertamente inequívoca: tres militares, uno de ellos sosteniendo en brazos a una joven en bikini, y la frase "únete a Bad Company", acompañados de una granada con la icónica y noventera carita de Acid, no dejaban mucho lugar a dudas. No nos encontramos por tanto a los mandos de una ilíaca formación de héroes intachables, sino a los de un grupo sin futuro, la Compañía B, cuyos miembros aprovechan cualquier oportunidad para enriquecerse a costa de los bienes ajenos. Esta oportunidad les llega en su más alta escala en forma de lingotes de oro, patrimonio de los mercenarios a quienes deben enfrentarse, y meta gracias a la cual procurarán hacer su trabajo mejor que cualquiera de los mejores. Acostumbrados como estamos a presenciar cómo un buen argumento se jacta de serlo descuidando departamentos técnicos básicos, resulta sorprendente comprobar cómo cada uno de éstos ha sido cuidado al detalle, empezando por las armas, no sólo admirablemente texturizadas, sino también cuidadas en aspectos como el peso y el retroceso en disparo (una asignatura nunca lo bastante atendida, teniendo en cuenta el nivel de evolución del shooter en el que nos encontramos), y concluyendo con el modelado de personajes y paisajes, o el espléndido diseño motriz. Diríase que los creadores de Battlefield Bad Company han elaborado un estudio de problemas existentes en títulos bélicos anteriores (desde la saga Call of Duty hasta Medal of Honor) para eliminarlos uno por uno, como ocurre con el modo multijugador, uno de los puntos fuertes del juego, con un máximo de 24 jugadores simultáneos.

Por lo demás, la presencia de una niebla que impide la profundidad de visión, lejos de constituir un problema o una carencia mal encubierta, supone un incentivo más de cara al suspense. Es notoria la estela del seminal Grand Theft Auto, tanto en la apertura de acción en el campo de batalla, como en el extremo realismo en la relación de los personajes con su entorno. Y es que no es casual la referencia a GTA: al fin y al cabo comparte con él calidad y potencial para la polémica; ambos son en definitiva juegos diseñados para dar guerra. Aunque Battlefield Bad Company la dé en más de un sentido.

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