El Almería es el club de su vida y Soriano lo demuestra con hechos, no con palabras. Es muy consciente de que el equipo de sus amores se hunde, irremediablemente, en la tabla y que el curso que viene nos codearemos con los equipos de Segunda B. Lo sabe y encima reconoce que no sabe cómo se sale de abajo. Aunque creo que sí que lo sabe, solo que le da miedo reconocerlo. Quizás por eso, se encarga de mandar mensajes de otra forma. Y no me refiero a sus ridículas ruedas de prensa, donde ya cansa llorando sus penas. No, los mensajes los manda con sus actos, como por ejemplo con la alineación en el Carranza. Soriano le hizo ver al presidente la cruda realidad del equipo y le dio una última oportunidad a ciertos jugadores. Fue el caso de Morcillo. Mucho se ha hablado de Torsiglieri, Saveljich o Motta. Centrales altos. Está claro que el jugador que llegue será para quitarle el puesto a Morcillo, porque a Joaquín no le tose nadie. Soriano también le dio una enésima oportunidad a Vélez, que por enésima ocasión se encargó de demostrar lo incomprensible que es que siga jugando. Como incomprensible fue el retorno de Corona desde Australia. En Cádiz demostró que está para lo que está, y que en Brisbane estaría mucho mejor. Chuli fue otro que gozó de una oportunidad para intentar reivindicarse, pero si algo está claro con el punta onubense es que en el Almería no le vamos a ver triunfar. Del mismo modo que Diamanka sigue su involución hacia un Fatau del tres al cuarto. Soriano, con poco más de una semana para que se cierre el mercado, le ha mandado un mensaje muy claro al presidente. Los fichajes son muy necesarios. Pero si algo ha dejado más que claro al presidente es que da igual los jugadores que lleguen. En el banquillo, fuera de la lista y cedidos fuera de Almería había mejores jugadores de los que estaban jugando. Pero Soriano se empecina en poner siempre a los mismos. Soriano le dijo al presidente que no da más de sí. Y le está pidiendo a gritos a Alfonso que lo cese, si es que quiere tener alguna opción de salvar la categoría. Gracias, Soriano…

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