Ha vuelto. Volando ha venido, desde tierras catalanas donde según parece entrenaba, el hijo pródigo. Nigeriano de nacimiento pero almeriense de adopción porque no para de volver. Debió beber mucho del cañillo de la Puerta de Purchena en su primera etapa como rojiblanco porque ya va por la tercera y la mira tan cara a cara que todo apunta a que mojará antes que Juanjo, que con todos mis respetos no debió venir y sí quedarse, visto lo visto y con la razón que nos da el tiempo a los que así pensábamos en verano, Don Kalu Uche. No soy yo el más kaluchista pero reconozco el carisma, amén de la calidad y el olfato de gol que puede demostrarse con cifras, del africano. Gran parte de la afición lo aclama, quizá la misma en número, grosso modo, que entrará en masa con el partido ante UCAM empezado, se sentará en su localidad casi al cuarto de hora del mismo y empezará a animar cuando se lleven 20 minutos de juego. No es que sepa yo que la paella con la familia se les vaya a ir de las manos y les haga llegar tarde o hasta impedirles incluso poder ni hablar: está pactado. La iniciativa de la Federación de Peñas me parece bien aunque entiendo a todos los que vean perjuicio al equipo. No sé si es lo mejor que se podía hacer pero no se me ocurre ni creo que sea bueno seguir de brazos cruzados o que la única forma de protestar sea pitar, que me parece tan legítima como cualquiera pero considero que es mejorable como señal de protesta. Desde el club no dan una y para muestra la gestión del fichaje del delantero, que ha dado con el regreso a cuatro días de marzo y no muchas más jornadas por delante, del que vino para unos meses y ayudó a la salvación. El kaluchismo está de enhorabuena: estamos muy contentos, es una cosa impresionante. ¡Viva el Almería!

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