Relatos dorados

Lo sucedido el pasado fin de semana es uno de esos hechos que te reconcilia con la vida

Exponía el escritor italiano Giovanni Papini que el destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad. Dos facultades que me decían semana sí semana también, que estas líneas debían retrasarse unos días más. Que algo pasaría. Una lucha interna que por fin entendí el domingo. Uno de esos días con los que sueñas desde siempre y una de esas vivencias que son dignas de poder contar a tus descendientes. Lo sucedido el pasado fin de semana es uno de esos hechos que te reconcilia con la vida, por la forma y el fondo. Que te ayuda a seguir luchando por eso que sobrevuela tu mente cuando rozas la almohada. Porque es deporte sí, pero también es vida. Resulta admirable, quizá hasta venerable, las ganas de luchar por subir un peldaño que demostraron las chicas del Syngenta. La realidad está inundada de teorías, pero muy poco de hechos. Esa ambición para saltar muros les hizo creer. Y esa fue su principal arma. Una ecuación que dejó una preciosa postal repleta de cerca de una veintena de rostros con ojos vidriosos, una sonrisa de película y una presea dorada que adornaba cada uno de sus cuellos. Nada ni nadie pudo aguantar en pie ante semejante huracán. El oro no se pudo resistir al liderazgo de Alicia, mascarón de proa de este equipo; a la sapiencia de Bea, a la brega de Sara, a la dirección de Irene, a la puntería de María García, a la dedicación de Elena, a la experiencia de Adriana, a los intangibles de Eli, al insultante desparpajo de Conchi, a la energía de María González, a la entrega de Lucía, a la versatilidad de Lili, al anhelo de María López y al empuje de Sara en la grada. Todas guiadas, eso sí, por una excelsa Pili, escoltada brillantemente por Jesús. Dieciséis personas que tocaron el cielo derribando mil y una adversidades. Pero siempre creyendo en ellas. Ahora vosotras sois LF2 y yo, mejor periodista. Mi homenaje son estas líneas.

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