Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

Saber perder y saber ganar

El respeto es el valor básico del fútbol, donde hay que dar la enhorabuena al Madrid

Por el titular, este artículo de opinión bien podría ir dedicado a lo ocurrido el domingo en Ferraz con la victoria de Pedro Sánchez (no estaba muerto, no) en las primarias por la Secretaría General de un PSOE en el que Susana Díaz, la que era gran favorita para tomar las riendas del partido, se llevó un duro palo, de los que es difícil levantarse, políticamente hablando. Su cara lo decía todo cuando compareció ante los medios, aunque su boca no dijo nada. Ni nombró al ganador ni le felicitó. Vamos, lo que viene siendo no saber perder ni reconocer que te han pintado la cara, como suele decirse cuando uno cae goleado. De eso va esta columna, de la forma en la que uno debería gestionar la elegancia en sus victorias, algo que sin duda es muy complicado con tanta efusividad, y de cómo se aceptan las derrotas con deportividad pese a la rabia y al dolor que produzcan. Pues sí, además de Pedro Sánchez, hubo otro gran ganador el domingo, el Real Madrid. El conjunto blanco ha ganado merecidamente la competición liguera. La cosa es así: si tienes más puntos que el resto de equipos al final de la última jornada, eres el primero. Y lo eres porque has sido el mejor que los demás en lineas generales. No hay vuelta de hoja. Podrá gustar más o menos que el equipo blanco haya levantado su título local número 33, pero en un deporte hay una ley básica y es el respeto y la deportividad. No queda otra que felicitar al ganador y tragarse el orgullo, aunque seas del FC Barcelona (que no es mi caso). De nada sirve empezar a llenar las redes sociales de teorías de conspiraciones arbitrales, de supuestas ayudas o favoritismos, que puede haberlos, pero la parroquia azulgrana es la menos indicada para hablar de ello. Si lo hacen desde Eibar, Leganés o La Coruña, sería más entendible. ¿Pero de qué sirve? De nada, porque el título ya tiene dueño. Y en ese sentido, también hay que saber ganar, no perder las formas y dejar piques absurdos. Si se gana un cetro liguero es para disfrutarlo, porque ha costado mucho, y no para restregárselo al resto.

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