Parece que en los últimos días se han multiplicado los casos de atropellos a ciclistas en carretera. Esta semana, el piloto Nicky Hayden, campeón mundial de Moto GP en 2006 que ahora se dedica a competir en Superbikes, fue arrollado por un vehículo cuando entrenaba con su equipo. Hayden se encuentra ingresado en el hospital en estado muy grave. Mejor suerte corrió Chris Froome, triple campeón del Tour de Francia, quien a principios de este mes denunció haber sido atropellado intencionadamente por un conductor impaciente que le tiró al asfalto y siguió con su marcha. Apenas hace un par de meses, el ciclista italiano Michele Scarponi, ganador del Giro de 2011, murió atropellado a la edad de 37 años, también durante un entrenamiento en carretera. Pero no hace falta tampoco irse a gente de renombre. En España, en menos de una semana se ha detenido a una conductora que se llevó por delante a seis ciclistas provocando la muerte de dos de ellos en Valencia, y a otra que arrolló a otros dos en Navarra pocos días después. Hace un mes, en Tarragona seis ciclistas más sufrían otro atropello. En todos estos casos, la persona que iba al volante conducía en estado ebrio, superando una de ellas hasta cuatro veces la tasa de alcohol. Supongo que si empezamos a tirar del hilo acabaremos llenando líneas y líneas sobre accidentes de este tipo, porque los ciclistas están muy expuestos a la hora de salir a la carretera. La falta de paciencia y las imprudencias pueden resultar fatales. Y es ahí donde los conductores tienen más responsabilidad, porque son ellos los que pueden causar más daño. Yo cuando veo un ciclista en la carretera me pongo tieso como un palo y soy capaz de llevar colapsado medio Cañarete a 20 kilómetros por hora si no veo claro el adelantamiento. Ahora, que es cosa de todos, que también están los que van en bici, en paralelo y de cháchara. Y con eso también hay que tener cuidado.