Los aficionados al básket de los 90 le conocerán de sobra. Un chico muy alto y muy espigado, un 2.11 que fue uno de los primeros hombres grandes en saber hacer de todo: jugaba de alero y acabó de ala-pívot, pero no era nada raro verle hacer de base, cualidades que en los 2000 veríamos en un tal Pau.

Hace unas semanas se cumplían nada menos que 30 años de su gran noche. Fue en el Mundial júnior de Bormio y Toni, entonces un chaval de 19 años que ya había ganado un bronce con la selección sénior de Yugoslavia, le endosó 37 puntos con un espectacular 11 de 12 en triples a los Estados Unidos. Hay un vídeo en youtube con el que cualquiera puede disfrutar con el recital triplista del fenómeno.

Toni era ya uno de los grandes talentos del baloncesto europeo. Con la Jugoplastika de Split fue el gran azote del Barcelona en dos finales consecutivas de la Copa de Europa. Para entonces ya sumaba un mundial y una plata olímpica. Chicago le seleccionó en el draft, aunque Toni permaneció en Europa jugando en el Benetton de Treviso. Con la guerra de los Balcanes, Toni, junto a Drazen, Dino y otros tantos, dejó el azul de Yugoslavia para enfundarse el rojo de Croacia y plantarse en la final olímpica ante el Dream Team. Cuentan que Michael y Scottie, que serían sus compañeros en los Bulls, no le querían y le amargaron la existencia en esa final del Sant Jordi. Ya en Chicago, fue el mejor sexto hombre de la NBA y sumó tres anillos al lado de Michael, con el que ya en su retiro comparte amistad y horas de golf. Pasó por Atlanta y Milwaukee en su etapa final y volvió a Chicago como asesor del presidente.

Sus camisetas de Jugoplastika, Benetton, Croacia y Chicago están guardadas con mucho mimo en mi armario y cada cierto tiempo comparto en redes un vídeo de sus mejores jugadas, donde brillan, por encima de todas, sus asistencias. "Una canasta hace feliz a un jugador; una asistencia, a dos." Así era y es Toni Kukoc.