Era imposible que este Almería escapara por segunda temporada consecutiva de la quema, cometiendo los mismos errores que casi nos cuestan un descenso la temporada pasada. Era imposible que, con una plantilla debilitada con respecto a la campaña anterior, creyéramos que íbamos a salvarnos solo porque la categoría tiene un nivel inferior. Era imposible que un técnico que no fue el artífice de la permanencia, como Alfonso García bien sabe, y sin apenas experiencia, tuviera crédito suficiente para hacerse cargo de una plantilla y un proyecto precario. Era imposible, además, que el enroque de ese entrenador con su grupo de confianza dentro de la caseta no acabara volviéndose en su contra. Cuando los errores penalizan a unos y a otros no, la caseta se resiente y el entrenador pierde el respeto de sus jugadores. Completada la primera vuelta del campeonato, los peores augurios se han cumplido. El Almería malvive en los puestos de descenso. Sigue teniendo, a pesar de los pesares, la permanencia a tiro. Sin embargo, si algo ha quedado claro en lo que va de competición es que no estamos haciendo las cosas bien y si no cambiamos cosas de forma urgente, las consecuencias pueden ser fatales, ya que el descenso es una amenaza seria. Es imposible creer en la permanencia con Soriano al frente y con esta plantilla, con graves carencias. Es imposible que el Almería haya dejado pasar la mitad del mes del mercado invernal sin reforzar una plantilla que necesita fichajes en todas las líneas. La defensa hace aguas; no tiene centro del campo; y la delantera falla más que una escopeta de feria. Es imposible creer que el presidente no vaya a hacer nada y vaya a dejar el equipo a su suerte. El Almería necesita una profunda regeneración, desde los cimientos hasta el techo. Esa regeneración no se puede hacer de la noche a la mañana, pero cambiar de entrenador y traer cuatro o cinco fichajes en condiciones, sí. El mercado invernal del curso pasado marca el camino. Presidente, haga algo. Por favor…

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