El estío, además de este calor infernal y difícilmente soportable, viene de la mano de reconocidos torneos internacionales. Para nuestro disfrute, claro. Y no nos podemos engañar. Nos hemos levantado con el pie derecho. Europeo en la República Checa y presea de oro para las de Mondelo. Casi nada. En dos meses, los chicos de Scariolo lucharán porque volvamos a sacar el confeti. El listón besará las nubes, como viene siendo norma, y es que un nuevo metal dorado sería cerrar el círculo a una generación que nunca acabará en el olvido. La Selección Femenina honró a este deporte en Praga. Más allá de avasallar a todo equipo que se le puso enfrente cuando había algo en juego, las chicas escribieron con letras de oro su nombre en los anales del baloncesto patrio. Una colección de medallas que les permite tutear a los Gasol, Navarro y compañía y que abre el debate sobre si son el mejor combinado femenino nacional de siempre. Dejando el horizonte a un lado, la gesta debería servir para repatriar a muchas de estas heroínas, al igual que para relanzar un baloncesto femenino que acapara los focos en momentos puntuales. Si además de ampliar el palmarés sirve para alcanzar alguno de estos retos, bienvenido sea. Los que ya se preparan para reeditar corona son los hombres de Cesare Scariolo. El italiano dio una lista en la que falta un nombre, que deberá madurar a lo largo de este mes. Por rutinario o lógico que pudiera parecer, el carrusel de nombres es envidiable. Solo Llull, mejor jugador a este lado del Atlántico; Navarro y San Emeterio no juegan bajo los colores de una franquicia americana. Debemos divertirnos con un grupo que pondrá su broche en suelo otomano, ya que 2019 se ve muy lejos para la hornada del 80. Toca disfrutar las últimas gotas de un perfume que siempre soñamos tener y que aún tenemos. Qué mejor que un oro para bajar el telón.