Ninguno de ellos vibró con el gol de Iniesta. Algunos incluso ni estaban en este mundo cuando España barrió a Italia en Kiev, último puerto de esa selección legendaria que coronó el Angliru, el Malga Palazzo y el Tourmalet. Sin embargo, todos ya disfrutan de la redonda. Debutaron en partido oficial el pasado sábado en el Constantino Cortés. El primer rito de paso para estos chavales de cuatro y cinco años fue la jornada inicial de la competición bebé de la FAF. El equipo de quien suscribe estas líneas no metió ni un gol en dos encuentros, pero todos se fueron a casa con la misma alegría con la que los madridistas celebraron el tanto de Ramos horas después. Lo único que desean estos ángeles es pasárselo bien, predicando que la felicidad no está en las grandes cosas ni en el resultado, sino en un simple balón, ese con el poder de hacerles ya felices. Recibida el agua bautismal del fútbol, ahora deben seguir el camino con la misma mentalidad, el de jugar por pura diversión y no por obligación de familiares.

Aunque no disfrutaron de esa gloriosa España, esta generación puede aprovecharse de un fútbol renovado, con instalaciones lujosas comparadas con las de décadas atrás, técnicos más formados y una estructura de base más sólida. Aquí entra el papel fundamental de los padres. Hace unos días un árbitro almeriense fue agredido en un encuentro de benjamines por un familiar de un jugador (eché en falta una posterior huelga arbitral). Días después me espetó un peso pesado de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UAL que era prácticamente imposible cambiar las malas prácticas. Estoy seguro de que sí se puede. Es necesario un esfuerzo por parte de todos (papel capital el de las instituciones), con el objetivo de que la ilusión del bautizo o comunión no se esfume.P.D.: Felicidades a los mejores padres posibles por el amor hecho plata.