NO es retruécano, sino impresión personal: el ministro de Sanidad, Bernat Soria, ha gestionado su primera crisis de manera tan singular que queriendo tranquilizar a la población sobre el aceite de girasol adulterado ha generado una alarma social injustificada y, por fortuna, corta.

No hay que dudar de su mejor intención, pero su solvencia se ha desvelado, en este episodio, manifiestamente mejorable. El viernes, ante el aviso europeo de que podía haber partidas de aceite de girasol contaminado procedente de Ucrania circulando en el mercado español, el ministerio recomendó a los usuarios que no consumieran ese tipo de grasa. Vale, aceptamos con naturalidad el mensaje del sabio Soria.

Pero, al mismo tiempo, no prohibió la venta del producto, de modo que los comerciantes lo retiraron de las estanterías o no, según su leal saber y entender. La razón quizás fue que el propio Ministerio creía que la amenaza de intoxicación que representaba este aceite no era tan grave. Si es así, sin embargo, ¿a qué viene decretar la alerta sanitaria si no existe riesgo para la salud? Un lector, cardiólogo, me hace ver lo incongruente de las palabras de Bernat Soria al asegurar: "No hay riesgo de toxicidad aguda". "¿Cree el ministro -escribe- que la población se sentirá aliviada si en vez de estar expuesta a sufrir una gastroenteritis aguda banal (proceso benigno) tiene la posibilidad de padecer el síndrome tóxico (enfermedad no aguda, sino crónica)?". Aquí dejo su pregunta.

Ayer, horas después de levantarse la alerta sanitaria, el ministro explicó que su departamento no va a dar los nombres de las marcas de aceite en las que se ha detectado la presencia de hidrocarburos, sino una lista de las doscientas marcas que están libres de contaminación. Esto parece el mundo al revés. ¿Qué van a hacer los ciudadanos en los hipermercados y tiendas, llevar a la compra la lista de las marcas no contaminadas y escoger alguna que no figure en ella? ¿No sería más fácil dar la lista de las contaminadas para que el consumidor no las compre? Pero es que hay más: dice Soria que si alguien tiene en su casa una botella procedente de esa partida infectada de hidrocarburos, ¡tampoco pasa nada si cocina con ella! Gracias al refinado, su grado de contaminación sería en el peor de los casos seis veces inferior al que supondría algún riesgo para la salud.

Tremenda confusión: se alerta a la gente, pero no se prohíbe vender el aceite; se sabe que hay distribuidores con su aceite contaminado, pero no se informa de cuáles son y hay que deducirlos por exclusión, y se recomienda que no se consuma, pero se informa de que si se consume tampoco le pasa a uno nada. Un lío.

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