Conforme avanza este seco y caluroso año 2017, la gilipollez generalizada va alcanzando niveles alarmantes. Esta pandemia de mediocridad intelectual, es cada vez más insoportable y preocupante.

Sobre todo, porque el virus que la produce, se ha extendido a millones de personas. Y eso ha tenido como consecuencia, que muchos de los líderes mundiales, son seropositivos, y altamente contagiosos.

Pero ¿cuál es el origen de este virus? ¿es un virus de laboratorio, perfectamente planificado? ¿o es el producto de la pérdida de inmunidad, del ser humano, ante el lavado de cerebro, ante los discursos demagógicos de soluciones facilonas a todos los problemas? ¿y esa pérdida de inmunidad a la gilipollez generalizada, es a su vez, causada por la paulatina pérdida de valores, y de la capacidad crítica y reflexiva?

Lo que sí es cierto es que sus efectos adoptan formas diferentes. Pero todas tienen en común, que el cerebro de los afectados, es parasitado por una especie de verdad suprema, que anula aquello de que "la cabeza es redonda, para que el pensamiento dé vueltas". Es decir que la sustancia gris, se convierte en un grisáceo remedo de lo que potencialmente fue. El pensamiento poliédrico, se convierte en un pensamiento plano e inamovible.

Las formas que adopta, pueden parecer diferentes. Yihadistas, supremacistas, trumpistas, ultranacionalistas, neonazis, extremistas, fundamentalistas, homófobos, etc. Pero el trasfondo es el mismo: primero, el dogma por encima de todo, incluso de los derechos humanos y de las personas. Segundo, discursos de soflamas triunfalistas e intelectualmente insoportables. Tercero, acciones que no respetan las normas, acciones violentas, odio e intento de marginación, de todos los que no asumen sus verdades supremas. Y esto, es verdad, que en diferentes grados.

Pero ¿qué diferencia existe entre un yihadista, que atropella a las personas para matarlas, y un supremacista blanco, que hace lo mismo? Posiblemente el color de la piel. Pero sus expresiones faciales son las mismas. Desde luego, su pretendida superioridad, resulta casi hilarante, al verlos de cerca.

Y lo peor es que han conseguido que la nación más poderosa del mundo, esté gobernada por uno de ellos. Y esto pone aún los niveles de alerta, en color rojo intenso.

Hay una gran vacuna contra este virus: el conocimiento y la cultura. Pero no existe la voluntad en los actuales gobernantes, de ponerlas al alcance de todos. Y algunos como Trump, aunque la pueden tener al alcance, la desprecian profundamente.

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