República de las Letras

Amanece que no es poco

Escribo a esta hora incierta del amanecer, cuando ya no es de noche, pero el día tampoco se decide a pintar el cielo de color

Escribo a esta hora incierta del amanecer, cuando ya no es de noche, pero el día tampoco se decide a pintar el cielo de luz y color. Es ese momento en que incluso quienes no creemos en nada -esta segunda inocencia que da el no creer en nada, como dijo Machado- damos, secretamente, eso sí, gracias a Dios, a ese Dios grande y único que la edad ha desposeído de toda la magia y todo aquel exoterismo catolicista con que nos lo vistieron en la infancia, le damos gracias, digo, por vivir. Vivir. Es lo único que cuenta. La Vida es muy hermosa, me dijo un día un compañero que aprecio. La Vida, lo que en ella se contiene, lo que dispone a nuestro alrededor, es lo único que cuenta en verdad. Lo demás son ganas de ser el más rico del cementerio.

Esta teoría, con su hálito nihilista y su aroma a dolce far niente, es conceptuada por los que tienen dinero como propia de fracasados, cuando en realidad ha movido el mundo. Desde Cristo a Epicuro, a Diógenes y a Séneca, desde Marx a Donald Trump, todos los pobres de solemnidad y los ricos podridos que en el mundo han sido a lo largo de la Historia no han hecho más que procurarse, cada cual a su manera, una vida resuelta, un dulce pasar, un estático no tener que pensar en nada, una recuperación del tiempo perdido, bien a base de no necesitar ni lo imprescindible, bien a fuerza de acumular riquezas y poder. Todos al final han anhelado ese no tener que ir al trabajo -que nos lo hagan otros- que hemos soñado alguna vez para nosotros y nuestros hijos. Algo fuera del alcance de la gran mayoría. Es aquella búsqueda de la Felicidad a que alude la Constitución de los Estados Unidos, base de todo afán humano sobre la Tierra.

Pero a lo que iba: mientras amanece, igual que uno se queda ancestralmente alelado contemplando la lluvia o el fuego de una chimenea hogareña, se va reconociendo a sí mismo, conforme avanza la claridad del cielo y se definen poco a poco las formas familiares, como ínfima parte del engranaje que justo en este instante comienza a moverse. Así ha sido desde tiempo inmemorial. Nada nuevo bajo el sol. Llegada cierta edad, muy poco queda ya por descubrir. La infancia -esa época sin pasado ni futuro- es la gran época de la Vida, por más que nos empeñemos en desprendernos de ella a toda costa durante la juventud. En fin, como dijo José Luis Cuerda: Amanece, que no es poco (vaya, hoy he escrito para la minoría).

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