República de las Letras

Amigos

Siempre he pensado también que las buenas personas se lo merecen todo, incluso que se le perdonen los errores

Con el inusitado éxito de mi último libro, Barrio Alto, he descubierto que estamos ávidos de amistad sincera y entregada, de hacer el bien por el placer de hacerlo, de disfrutar de esos momentos distendidos que sólo la amistad pura y profunda nos brinda. Siempre he sido de pocos amigos, pero los he tenido buenos y desinteresados, y me han apreciado de corazón, como yo a ellos. Siempre he pensado también que las buenas personas se lo merecen todo, incluso que se le perdonen los errores o los defectos. Ser buena persona es lo que más he admirado toda mi vida, por encima de la posición social o las posesiones.

Estos días de lanzamiento y presentación de mi libro he recuperado amigos que siempre han creído en mí, amigos de la infancia y la adolescencia, es decir, de toda la vida, que más de cuarenta y hasta cincuenta años después se han personado de nuevo con sencillez, elegancia y un enorme respeto. Juntos hemos evocado momentos, situaciones y aventuras mil de aquel tiempo en que, como digo en Barrio Alto, aún no teníamos pasado y el futuro, sencillamente, no existía. Y hemos recordado a los que ya nunca acudirán a las presentaciones de mis libros porque han cruzado esa línea que creíamos lejana y resultó que estaba ahí, tras un recodo del camino que nunca sospechamos sería el último para ellos.Estos días he descubierto también a gente que me apreciaba y valoraba sin yo saberlo o sin darme cuenta de ello, amigos nuevos que se han acercado a mi obra sin conocerme de nada, me han expresado su aprecio y me han contado de la emoción que les ha producido el contenido de mi libro. Qué gran satisfacción. Porque es una satisfacción indescriptible saber de personas que en la distancia se han sentido identificadas con lo que he escrito, que se han emocionado -alguna, llegando a llorar en la intimidad, que es como se llora más natural, sincera y profundamente- con mi escritura y que se han sentido transportadas a edades, a épocas en que si no habían disfrutado la felicidad, porque ésta es frecuente no valorarla cuando se tiene, la habían rozado con los dedos.A todos ellos, a todas ellas les digo desde aquí que siento no ser poeta -nunca lo he sido ni me he tenido por tal-, para expresarles de forma mucho más bella de lo que soy capaz mi agradecimiento y mi aprecio. Y a los que faltan, los espero esta tarde para firmarles Barrio Alto en Librería Picasso.

Gracias.

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