Resistiendo

Andrés García Ibáñez

Artistas domesticados

EN nuestro occidente desarrollado la sociedad del bienestar hace estragos importantes en la actitud mental de los individuos, hasta el punto de tornarse vaga y cómoda, incapaz de toda lucha, y proclive a la parálisis de la actividad intelectual.

El grupo de artistas e intelectuales que antaño se manifestaba como un elemento clave del desarrollo a todos los niveles, por su espíritu crítico y afán de superación, hoy aparece ante nuestros ojos como un triste despojo de elementos adscritos al innumerable grupo de los estómagos agradecidos, bien preñados de burguesía placentera. Esto en el mejor de los casos; lo normal es la inexistencia del citado grupo y su disolución en un sistema de domesticación generalizada del individuo, propio del que vive ya con los placeres y ociosidades de un estado que ha resuelto las necesidades básicas del animal.

El espectáculo deprimente e indigno que ofrece buena parte del espectro artístico de hoy se cifra en una actitud de acomodaticia transigencia, desidia, pasotismo y conveniencia interesada. Toda una pléyade de personajes apáticos y paralíticos viven hoy usando el apelativo de artista o creador plástico.

Están los que trabajan produciendo objetos de decoración trasnochada para el consumo de una burguesía profundamente decadente y cateta, sin precedentes en la historia de la humanidad. También los que ejercen de modernos a toda costa y esperan ansiosos vivir del dinero público; para ello, debido a la inconsistencia o inexistencia de su obra, se dedican a la creación de bienales, ferias, comisariados, exposiciones y demás saraos tan del gusto de los representantes políticos, por untar todos del bolsillo público y hacerse unas fotos cojonudas en todos los medios de comunicación, cómplices inconscientes también, por su necedad e ignorancia en cultura de calidad, de todo este tinglao.

El grupo más sangrante de todos es el de los artistas oficiales. Hay de dos tipos; los que comen del pesebre institucional, independientemente del reconocimiento de su obra, que en muchos casos ni existe, y los que han sido reconocidos y premiados por el poder en base a la supuesta calidad de sus creaciones y trayectorias. Ambos casos son, en realidad, funcionarios del estado, con los defectos propios del gremio.

Gran parte de los astros reconocidos que llenan los museos de arte contemporáneo no hubieran sido en otro tiempo, ni tan siquiera, artistas de duodécima fila. No obstante, este perfecto sistema de imbéciles algunas veces se equivoca, y hay unos poquísimos maestros que lo son de verdad, perteneciendo al grupo de los oficiales. El problema es que también han sido domesticados.

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