Autismos

Estamos ante una afección de doble sentido, que aqueja a millones de personas, casi todos ellos desde su niñez

Coloquialmente se da por cierto que unos nacen autistas y otros, en mayor número, aspiran a vivir, siquiera ocasionalmente, como tales. Pero con ello aludo a un esnobismo retórico sin pretender frivolizar esa afección neurológica que traigo a colación hoy, que es el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, conmemoración que como respecto a tantos otros asuntos, la ONU promueve para sensibilizar a la sociedad sobre ese singular trastorno que altera seriamente la capacidad expresiva e interacción social de quien lo sobrelleva. Y al margen de lo que se diga cínica o clínicamente por esnobistas o neurólogos, lo primero que querría advertir es que el trastorno tiene efectos especulares o si quieren bifrontes y enfrentados: al autista le cuesta relacionarse con la sociedad pero a la vez, la sociedad no sabe empatizar ni tratar a los autistas. Por tanto estamos ante una afección de doble sentido, que aqueja a millones de personas en el mundo, casi todos ellos desde su niñez, mientras que la gran mayoría de los ciudadanos llamados normales viven también ellos, sin saberlo, como auténticos autistas ambientales frente al autismo genético, desperdiciando con su insensibilidad crónica, el formidable potencial humano que anida entre los afectados por tal difidencia comunicativa. Porque es un hecho acreditado, y conozco casos, que muchos autistas, si es que no todos, pueden desempeñar valiosas tareas individuales o colectivas de provecho para las empresas donde se emplean, y para la sociedad en general. Prestaciones que aumentarían exponencialmente a poco que se habilitaran vías adaptativas que favorecieran su plena integración. Y que si ello no se logra es, como ocurre con otros desafíos humanos, por falta de inteligencia y paciencia de quienes pilotan la tramoya burocrática en la que convivimos. Así que permitan que use esta tribuna mediática, por modesta que sea, para concienciar al improbable lector sobre la desidia social ante el déficit de atención que sufren los afectados, dedicando hoy mi desvelo a vilipendiar los estereotipos sobre el autismo y a testimoniar un especial afecto por los niños con tal discapacidad. Designio sensibilizador que otros colectivos peculiares se procuran por sí mismos para vindicar y hacer valer sus derechos pero que los autistas, por su específica merma de interacción comunicativa, no saben ni pueden afrontar. Al menos, que cuenten con mi voz.

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