YO no se ustedes, pero estoy un poco cansado de los que insultan a los almerienses sencillamente por ser almerienses. Lo malo es que los peores agravios proceden de otros hijos de esta tierra, traidores de sus raíces, que por dárselas de modernos y progres no dudan en menospreciarnos.

Viene a cuento porque el otro día me sorprendió leer unas reflexiones, firmadas por un locutor deportivo, sobre la ciudad, sus gentes y el equipo de fútbol local presidido por el empresario murciano Alfonso García. Es un arte vender el burro como pura sangre, claro está, y siempre habrá quien confunda el gato con la liebre. Pero, al terminar el artículo, me quedó el amargo sabor de que el autor quería incluir el gentilicio almeriense en el saco de la tercera clase. Por si, como es muy posible, no han leído el comentario en cuestión, les reproduzco tres líneas: "Estamos marcados por la cultura cateta, ya pasada de siglo". "El Almería está en primera división, pero no podemos decir lo mismo de la ciudad". "Esta ciudad no puede permitirse el lujo de dar una imagen cateta y vergonzosa…". Y todo porque la gente no llena el estadio de los Juegos Mediterráneos para ver el fútbol.

Ante tan profundas reflexiones, producto de una mirada triste hacia lo nuestro, no habría más que cerrar la hoja de periódico donde aparece la columnilla, emplearla en liar un bocadillo de melva canutera (como somos catetos…) y entregárselo al autor del artículo en el descanso del partido del domingo y compruebe la utilidad de su mensaje.

Pero, como les decía al principio, me niego a asumir sin protestar el porcentaje de catetez que me aplica el susodicho. Al igual que ustedes, yo no me considero cateto por ser de Almería y no ir al campo de fútbol. Nuestro mundo no se limita a la pequeñez de once sujetos millonarios vestidos de corto y a unos cuantos que los jalean con una alcachofa en la mano. Si la gente no va al campo, como reconocía sabiamente el lunes el economista Pedro Asensio, es sencillamente porque las entradas cuestan muy caras.

En cambio, una imagen cateta sí es limitar el vocabulario de la información deportiva a la manida "serpiente multicolor", al horroroso "el mister ha dicho de que" al nada explicativo "y es que" o al abuso en el empleo de un léxico que no va más allá del coraje, tesón, amor propio, lucha o trencilla. Afortunadamente, los periodistas de deportes de Almería (no hay más que leer este periódico) son personas muy bien formadas, objetivas y que saben diferenciar una crónica de un artículo de opinión. Las excepciones son, precisamente, los que además de ser malos nos llaman catetos.

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