EL SEGUNDO CAfé

Álvaro De La Haza

China: potencia y dudas

EN un reciente viaje a China, he podido comprobar sobre el terreno buena parte de las impresiones que nos llegan, desde hace años, gracias a informadores, colegas y amigos. Constato así que el desarrollo y el dinamismo económico se respiran por los cuatro costados; que el espíritu laborioso es un rasgo diferenciador; que asumen la globalización con brillante capacidad de adaptación; y que la hospitalidad y la apertura del chino con el forastero son admirables.

Se ha generado allí una cultura de emprendedores y de competitividad, ingrediente clave para una economía de mercado pujante. Es innegable el peso en el mundo de un mercado potencial de 1.300 millones de habitantes, que producen cada vez más y mejor y que se incorporan con rapidez y entusiasmo a la sociedad de consumo. Lo saben mejor que nadie algunos audaces almerienses que llevan años construyendo empresa allí en una fabulosa labor de pioneros.

Ahora bien, tan importante como estar atentos a los cambios del mundo es mantener cierto sentido crítico. Por eso, sentado lo anterior, y frente al sensacionalismo de las modas, se impone repasar qué otras realidades se dan en China: el eterno aplazamiento de la apertura democrática, la fractura social con inmensas bolsas de pobreza, las carencias en educación y en atención médica y en infraestructuras; las tensiones políticas con territorios como el Tibet (pero también con Taiwan y otros); y el deficiente funcionamiento de la Administración.

Claro que la realidad de China no puede analizarse exclusivamente bajo el prisma de valores occidentales y sin duda, habrán de seguir su propio camino y ritmo marcados por su historia y por su cultura. No obstante esto, parece claro que una notable convergencia con lo que entendemos aquí por una sociedad avanzada es necesaria y deseable.

Muchos y muy difíciles deberes para conformar nada menos que la columna vertebral de un Estado moderno. Será apasionante seguir la marcha de estos cambios con los que probablemente China se está jugando su lugar en el mundo.

Si, como dicen, las personas participamos política y socialmente cada vez más a través de nuestros actos de consumo, los chinos no podrán postergar estos retos (ya que ello afectaría gravemente también a sus intereses económicos). Con tanta potencia y con tantas dudas por delante, los próximos años serán cruciales para ellos y, por su influencia, para el escenario de la economía mundial. Han sido valientes al presentarse a un durísimo examen: los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Queda poco tiempo. El mundo estará mirando y ellos lo saben.

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