Chumi

Fue un humorista-viñetista de raigambre humorística de honor que le dio La Codorniz, cuna de los grandes

Chúmez decía que había aislado completamente su casa con aislamientos especiales en paredes, suelos y techos pero aún así oía un bum bum de los vecinos. Lo oía mientras dibujaba esos chistes gráficos con fondo filosófico- político hundido en una realidad que es la misma que ahora. Mañana se podrían publicar cualquiera de sus viñetas al azar, realizadas en los años 70, por ejemplo y probablemente encajarían con la actualidad política. Chumy (con y) Chúmez fue un humorista-viñetista de raigambre humorística de honor que le dio La Codorniz, cuna de los grandes, y que luego explayó en los diarios de la Transición. La Transición, como si fuese un período político excelso e intenso, que lo fue, pero humorísticamente, igual que el actual. Chumy Chúmez decía que había planeado irse a vivir con Manuel Summers, para cohabitar los sueños del humor, pero, ambos, temían que los tomasen por mariquitas (sic) y nunca lo hicieron. También le dijo Manuel Summers que nunca se iba a morir pero, ambos, lo hicieron. Mas no su obra, al menos la de Chumy, que ahora reposa ordenando en cientos de cajas en la biblioteca nacional, generosamente donada por su hijo para perpetuar la memoria en los mausoleos de la cultura, para lujo de investigadores rancios. 4.773 dibujos originales y muchas piezas conservadas en el formol del tiempo, el papel, para horror de los destructores de la memoria, sepultadas en la casa madre de los libros, a la que todos van, tras sus gruesos muros defienden los libros de la polilla de los que tiran las cosas, porque otros van, las guardan y al final van allí a descansar en paz. Respecto al humor, bienvenido sea, aunque la realidad sea siempre humorísticamente política y ácida, ese humor encriptado en un pensamiento rápido que el censor, el que vive todavía y habita en las redes sociales, el censor de boina y teclado, que antes era funcionario y ahora es internauta, recelaría pensando si debe o no machacar, porque atenta a algo, porque tira a dar a los suyos.

Ese censor objetivo de todo lo que sea de su bando afilaría el tiro pero nunca daría en la diana por lo que terminaría lanzando fuego griego sobre la biblioteca entera y todas las cajas. Mientras tanto, un señor narigudo que habla con un bocadillo da y quita la razón a todo, ataca y defiende lo mismo, hace sonreír y torcer el gesto al censor. Al fin sin ruidos sus viñetas ya no oyen el bum bum de su piso.

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