Cultura de la tribu y arte crítico

El arte crítico ha de señalar acusatoriamente, por tanto, no tan solo a los hechos putrefactos

La tribu se inclina siempre ante el trono y ante el altar. Todo lo malo de una sociedad viene de la cultura de la tribu. A todo poder le interesa siempre, por tanto, su permanencia. En este contexto, el arte ha de poner su mirada crítica en la cultura de la tribu, para desprestigiarla y mostrar su verdadera naturaleza putrefacta, alienante, y en el poder que la mantiene, así como en todos los estamentos o colectivos que, con su quehacer, sostienen a ese poder ilegítimo. El arte crítico ha de mirar a los aspectos más peligrosos e inmorales de las tradiciones, ritos y celebraciones, todas ellas manifestaciones de la cultura de la tribu. Rituales religiosos que, desde la más tierna infancia, condicionan el desarrollo intelectual de la persona, sus miedos y fobias, adscribiéndola a grupos sectarios de dudosos principios éticos. Prácticas y ritos donde se adoran mitos, dioses y criaturas sobrenaturales de ficción, en un marco de superstición fetichista. Acontecimientos lúdicos donde, con el envoltorio religioso o festivo, se exaltan valores de desigualdad, violencia, muerte, sufrimiento o castigo y se invaden los espacios públicos colapsándolos durante mucho tiempo. También aquellos en los que se hace exaltación de la vanidad y decadencia, con una puesta en escena teatral, frívola o recalcitrante. Fiestas en las que se torturan y matan distintas especies animales para el regocijo y disfrute de los asistentes. Y todos los aconteceres diarios donde, sea de forma premeditada o inconsciente, los individuos afloran sus tics e instintos más bárbaros, violentos, racistas, xenófobos, intolerantes o misóginos. El arte crítico ha de señalar acusatoriamente, por tanto, no tan solo a los hechos putrefactos, también a las personas que los organizan y las que participan de ellos. En cuanto al poder putrefacto que mantiene y sostiene interesadamente la cultura de la tribu, ha de ser diseccionado y señalado igualmente por el arte crítico. El poder en sus distintos escalafones o divisiones piramidales, desde los que más mandan hasta los que servilmente obedecen y contribuyen a la paralización del progreso y el mantenimiento de la putrefacción. En un mundo como el de hoy, donde el capitalismo más depredador lo controla todo, hay que acusar a los estamentos del poder que lo mantienen: política y justicia corrompidas y medios de comunicación.

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