La otra mirada

Ruth García Orozco

Demasiado rosa

DEMASIADO rosa". Así como suena. Con total tranquilidad y con el desparpajo a que ya tiene acostumbrados a propios y extraños se despachó Berlusconi, sin duda aún bajo los efectos de la resaca de su tercera victoria electoral que lo volverá a alzar en breve como primer ministro italiano. "¡Nueve mujeres! ¡Él solo se lo ha buscado! Le costará dominarlas. En Italia prevalecen los hombres en política. No es fácil hallar mujeres para un Gobierno". Evidentemente, no debe serlo para él, porque cualquier mujer en su sano juicio y con dos dedos de luces (es decir, válida para gobernar) no se acercaría a menos de un radio de 500 metros de este espécimen, este híbrido entre déspota de opereta y bufón de palacio que parece ser tiene hipnotizado al electorado italiano. Debo decir, sin ánimo de ofender a nadie, que mi opinión personal acerca de la madurez política de los habitantes de este país ha descendido muchos enteros, aún respetando que cada uno es libre de hacer con su voto lo que le dé la gana, lo cual evidentemente así han hecho. Prosigue el hombre dando la de cal (o la de arena): "Pero las mujeres son estupendas en la política. Detectan antes que los hombres las necesidades de la sociedad, los jóvenes, los ancianos, las mujeres."

Terminó confirmando que su Gabinete tendrá un 25% de ministras, cuatro de doce. ¿Qué podemos deducir de este compendio de maravillas que en tan pocas palabras ha pronunciado el insigne Berlusconi? Las mujeres no estamos en el Gobierno para colaborar, dirigir y gobernar, sino para ser dominadas por él, el primer ministro que las nombra. Es decir, para no sacar el pie del tiesto ni tener voz propia ni por su puesto pensamiento alguno que difiera del del líder. Tampoco creo que este punto de vista difiera mucho del que a Berlusconi le gustaría obtener de sus ministros masculinos, conociendo al personaje. Se lee entre líneas que él se siente más a gusto rodeado de varones colaboradores, con los que después de sus reuniones y Consejos de Ministros se pueda ir a tomar unas copitas y echar una canita al aire, puesto que eso sí que le pirra al "Cavaliere"; Que las mujeres, si pintamos algo en un gobierno, es evidentemente en lo social, porque como nadie detectamos esas "necesidades reales de la sociedad". Es decir, reduce cualquier posibilidad que no sea la que tradicionalmente se viene asociando a lo femenino: el cuidado de los demás, los problemas a los que por regla general a ningún hombre en el poder le gusta asomarse. Debo reconocer que he estado de acuerdo con Alfonso Guerra y sus certeras palabras: "Pero, ¿este hombre no era un delincuente?" Y yo añado: ¿cómo puede alguien con estas características gobernar un país democrático en el siglo XXI?

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