Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

España autoritaria

Guardiola llama autoritario al Estado español, y demuestra que su especialidad, como en el banquillo, es la apariencia

Guardiola fue un futbolista inteligente dentro del estadio, y ya desde joven apuntaba astucia y orientación en otros ámbitos de la vida. Después fue un entrenador a un dios argentino pegado que, junto con un aire cuidado al borde del atildamiento, muy intelectual y una clara vis política ascendió a ese parnaso de los banquillos que ocupan apenas diez nombres en el mundo, como el de Mourinho, al que citamos por ser su estilo el opuesto al de Pep: el portugués bronco, el catalán melifluo. No está nada mal su trayectoria en tan poco tiempo: Barcelona, Bayern de Múnich, Manchester City. Sobre todo no está mal teniendo en cuenta que cuando se destetó del Messi que explica -quizá me quede corto- el 80% del éxito culé, Guardiola no ha hecho otra cosa que pifiarla a pesar de disponer de los planteles más rutilantes del mundo. Su estilo tiene una gran pegada entre la gente que se siente más progresista e incluso detesta el fútbol; el de Mourinho, justo lo contrario. Estilos y estrategias diferentes y ambas exitosas; en el caso del Guardiola, éxito de notoriedad, que no corre paralelo a la de sus equipos sin Messi. Lo cual es un signo de inteligencia, comparable a la que lo hacía un referente en el césped con un físico muy limitado y una técnica que rozaba el notable.

Si en el City está fracasando, en la política, como se dice ahora, lo está petando. Lo hace sin que le duelan prendas por decir mentiras, sin que ello le agüe el tono mitinero por lo fino: un claro rasgo de animal político. Quizá por la noche sueñe figurar en un cuadro de padres de la patria catalana, una versión catalana de Eamon de Valera, de José Martí, de la francesa que guía al pueblo con una teta al aire. Un patriota carismático frente a una España que, según ha dicho, es un "Estado autoritario". No es autoritario Qatar, el régimen medieval para el que él trabajaba (sabe bien cómo llenar la guardiola, hucha en catalán): lo es España. Es también autoritario, todos lo sabemos bien, una Alemania que prohíbe referéndums de independencia en su territorio. España autoritaria, da la risa: un Estado más bien blandito en lo tocante a abusos nacionalistas, que permitió estatutos a la carta y cuya poliédrica estructura legislativa hizo que las regiones acumularan un poder educativo insospechado que coció a fuego rápido una historia melancólica de héroes y sucesos cincelados con ventajismo y propósito. Agravios del bruto y cruel español. Y se queda tan ancho, y la gente le aplaude, arrobada. Él, erigido en prima donna de la secesión, se queda más ancho que largo.

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