abierto de noche

Un Extraño en el Paraíso

EN el pulcro mundo literario, mundillo a veces, se ha colado un tipo hortera que se presenta con pañuelo de quinqui anudado al cuello, rapado y sin afeitar. En los honestos y elegantes photocalls de los premios literarios de prestigio (dícese de aquellos que dan bastante pasta), Montero Glez, el aludido, no cuadra, rechina en ese paraíso soñado por cientos de escritores noveles y no tan noveles. Y ahí le ves, recibiendo por su libro Huella jonda del héroe, el VII Premio Llanes de Viajes 2012, un premio literario de prestigio dadas las 30.000 del ala o euros que afloja.

Y no es el primer premio que recibe (de prestigio), no ha sido un error del sistema, un fallo en el fallo del jurado, ya que en 2008 ganó el premio Azorín de novela, con su novela Pólvora negra, con un prestigio si cabe aún más alto de 70.000 euracos, que dios sabe dónde estarán ahora. En el entreacto tuvo a bien hacer otro libro como mandan los cánones mitómanos, un homenaje a su héroe más héroe, Camarón de la Isla, un libro que bautizó con en el certero nombre de Pistola y cuchillo.

Montero Glez no está invitado a todos los canapés ni a todas las mesas redondas, hasta ahí podíamos llegar, porque según avisa y avisa bien, no viaja ni en avión ni en autobús y sí lo hace en tren o en barco. Se puede ser más claro pero no se puede ser más bohemio.

Y así le va, de premio en premio, de reconocimiento en reconocimiento, al margen de los metaliterarios gustos y maneras que dictan que hay que decir que lees o te gustan según que lecturas o músicas, y él, que se pasa esa norma por el forro ya que por algo no es metaliterario, no reniega de nada y come de todo, literariamente hablando y en vez de besar cada paso que pisan, o pisaron, las vacas sagradas de la literatura, va y se las pira a ponerle literatura al flamenco. Ahí es nada el no seguir la corriente. Madrileño exiliado en el sur por voluntad propia, la voluntad de querer encontrar el calor, el fuego, escribe de oídas -músicas y vidas-jondas y heroicas. Pues sí, de poner al lumpen en el lumpen, sin cruzadas, a pasear su pañuelo por los platós. Me consta que los toreros de salón de la literatura, literatura de arpa y violín que decía Chirbes, no lo pueden ni ver pero yo me pregunto si cuando sea inevitable que la cúpula del entablishment y su bonhomía se tenga que hacer la foto con él por exigencias del guión, Montero Glez llevará de nuevo el pañuelo de quinqui anudado al cuello, e irá rapado y sin afeitar o tornará en dandi, como antes gastaba, con tupé repeinado y patillas, pañuelo de finolis bien colocado y americana, negra, of course.

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